martes, 15 de septiembre de 2020

Pensando en tiempos de pandemia IV

Carta de un día de marzo del 2020
Un día de sol con un nudo en la garganta que atraviesa la impotencia. Tristeza, ansiedad y el miedo, la distancia, el día a día…  ¿Empezó cuándo? ¿Alguien lo sabe? ¿Lo recuerda? Tengo tan poca información. Nada más que alguna película, alguien en un documental contando algo; o registro de alguna imagen que vi por casualidad en la tele. 
Hace unos días, no sé cuándo, estaba con los niños en un patio, fuimos a la plaza y vino la abuela. Arreglamos el jardín y renegamos por las hormigas invasoras (que palabra, que sentimiento –invasión-, ahora me doy cuenta que no tenía registro de lo que eso significaba).
Sentada en el patio de casa sola, porque mi marido no tiene un buen día. Le duele el estómago, tal vez nervios, tal vez conoce mucho más que yo del tema porque lee mucho, tal vez evita pensar porque no es momento de alarmarse ya que no tenemos herramientas para solucionar ciertas cosas.
La mayoría estamos conteniendo a nuestros padres, abuelos y niños. Cuídate, lávate las manos, ojo no te toques la boca, la nariz, los ojos. Y todo desde un lugar tan lejano, como si hubiéramos salido de este planeta, desde un celular o de una computadora.
Mi madre vive sola y como todos no quiere dejar su casa, por suerte mi hermano siempre estuvo y esta con ella, somos afortunados. Ésta, como otras veces, nos va a encontrar luchando juntos. Por alguna razón siempre en los malos momentos, estamos unidos y dispuestos para salir adelante. Creo que es instinto de supervivencia. El amor, el cariño, nos ha llevado siempre a unirnos para ser más fuertes.
Sé que no se puede ayudar a todos, sé que mucha gente no tomara conciencia porque no tiene herramientas culturales de educación, ni apoyo familiar, ni hablar de la desigualdad de condiciones, de la falta de recursos humanos. No todos vivimos en el amor, no todos somos acariciados por la vida.
A las hs. 12 am cerré mi negocio. Dicen hasta el 31 de marzo 2020, no lo sabemos, y me vino un frio en el pecho.
Entendí varias cosas. El que viene a comprar porque hoy tiene una changa y con eso lleva un plato de comida, o paga los servicios; y yo no estoy para proveer ese artículo indispensable, y es un eslabón de tantas cadenas que se están cortando, y de tantas puertas que se van a cerrar.
Lo increíble, es que me dispuse cómoda sentada en una reposera para estudiar una obra de teatro que, está en pleno proceso de ensayo. Estudiar texto y buscar personaje, aprovechar este precioso tiempo, pero cuando estaba por empezar, mi cabeza se disparó para otro lado con sentimientos encontrados, con bronca, con un nudo en la garganta, con recuerdos y pensamientos, y voces de mucha gente. Imágenes que me hacen creer firmemente que somos lo que otros planean para nosotros, pueden cambiarnos la vida en pocas horas y no importa cuál sea tu condición. Esas diferencias económicas y sociales nos crean un mundo diferente, donde la objetividad se mide con la vara de tu espacio, ese que solo podés ocupar vos, y nadie puede invadir por una ley universal.
La realidad hoy es el minuto a minuto, escuche en la tele. ¡Ja, ja, ja! Como si no supieran que estas cosas son planeadas con mucho tiempo y guardadas hasta el momento exacto, el lugar indicado, y los intereses sobre la mesa.
Desgraciadamente de esto quedaran imágenes, lagrimas, recuerdos en cabezas con secuelas por las pérdidas, por los seres queridos que dejamos de ver, de tocar, la tristeza de la distancia, los besos que no dimos, los abrazos que extrañamos.
Y un día del 2020, tal vez, aparezca un salvador, un grupo de genios salidos de alguna lámpara guardada bajo siete llaves, con la vacuna, el antídoto para volver al mundo real, al mundo verdadero, al maravilloso mundo de me creo todo lo que me contas, porque no tengo alternativa. Y podamos seguir disfrutando de la vida con la alegría de trabajar hs 12 por día sin tiempo para los vínculos, para el descanso, para la salud, de estudiar carreras que no ejercemos porque no nos dan la posibilidad. De mandar a los niños a escuelas mediocres, pagas o del estado, que enseñan nada o tal vez peor: te enseñan que vales por lo que tenes. Todo menos educación, respeto, dignidad. Compañerismo, amistad, no son materias.
Y volveremos con esta maravillosa vacuna a comer, a comprar al super toda la comida envenenada que nos venden, los productos llenos de conservantes que no conservan nada, colores que son engañosos, sabores que están en tu imaginación. Sabor queso, pero no existe el queso. Sabor naranja, pero dónde está la naranja.
Y gracias a la vacuna maravillosa, que pagaremos con sangre, sudor y lágrimas, como decían los abuelos. Volverán los maravillosos shoppings, los grandiosos lugares de comidas rápidas, donde podremos depositar a los niños para llenarlos de ansiedad, histeria, engordarlos con grasas trans y otras yerbas, diría la abuela.
Es viernes, hay un silencio espantoso. Quiero saber ya, que dicen ahora en la tele. ¿Ya tenemos los números de muertos de hoy? ¿Serán menos que ayer? Será posible otra vez este pibe, que no se quedó encerrado en la casa; desde chico fue la oveja negra de la familia y ahora, entre todos, te vamos a juzgar. ¿No entendes? Vos si sos un pelotudo, nos vas a matar a todos; si, a todos. A los que pasamos por una vereda y vemos una familia durmiendo con los niños, y no nos preocupamos por los 2 grados que dice la tele que hace afuera. A todos, los que vemos las colas de los abuelos en los bancos en invierno y en verano y no nos importa, total no somos viejos. Nos vas a matar antes de poder juzgar a una mujer feminista, que de cerca le toco una violación, una muerte, y ahora se cree con derecho a mostrar las tetas o tatuarse. No podés arriesgar la vida de todos con tu imprudencia de salir a trabajar; igual estas en negro, sin seguridad social, sin posibilidades, sin saber si vas a conseguir una changa. ¿Crees que vale la pena? Y te digo más, nos estas quitando con tu actitud la posibilidad de seguir viviendo cómodos en la mentira, en el consumismo, en el capitalismo salvaje, en la comunicación porque ahora si estamos comunicados, es que la tecnología nos supera, la tecnología nos alimenta de memes, imágenes discriminatorias y mentirosas. Nadie es en persona, “como se ve en la pantalla”, y así vamos creyendo opinando, juzgando, castigando.
Un día del 2020.

Gladys Noemí Paez (La Corta)

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