domingo, 9 de noviembre de 2008

Raquel dijo ...

.... me sedujeron totalmente las palabras de su perfil, tanto que me las apropio internamente : "Soy tan literalmente socrático como irresponsablemente sartreano."

Los jueces de la delincuencia

El pasado viernes, el diario La Nación nos informaba sobre un nuevo caso de control de la sociedad, a manos de delincuentes liberados con tal fin. Con la seguridad que le brinda la inmunidad legalizada, un juez autorizó a un asaltante de 17 años a concurrir a la escuela. El joven, que se habría mostrado preocupado por perder días de clases del 9no. año que cursa, esta preso por participar en un violento asalto el pasado 4 de septiembre. Tras reducir a una familia junto con un cómplice, golpearon a los dueños, arrojaron a uno de ellos por las escaleras y jugaron a la ruleta rusa con los rehenes. La fiscal general sostuvo que las víctimas tenían miedo de que los acusados quedaran en libertad, dado que el menor liberado le indicó en reiteradas oportunidades a su compañero: "disparales que nos vieron, nos van a reconocer".
No imaginamos la tranquilidad llevada a los padres de sus compañeros de estudios, cuando asegura el juez que a medida que el delincuente "vaya comprendiendo las normas", podría acceder a "otro tipo de beneficios”. Tiene razón el juez en autorizar su reinserción escolar, allí donde no se le pudo inculcar que robar o golpear a los mayores no es legal. Pensamos en la ridícula posición en que coloca a los preceptores, encargados de que las rutinas escolares se desenvuelvan en un orden favorecedor de urbanidad y de respeto a sus mayores docentes y auxiliares; siempre van a contar con poder aplicar la ejemplar sanción de dejarlo “sin recreos”, salvo que un juez o inspectora dispongan que no se puede “castigar” así a un niño de 17 años.
Vivimos tiempos de la legitimación cotidiana de otrora delitos o actos reñidos con la convivencia. Ministros que despenalizan la droga, alumnos que impiden que sus compañeros reciban conocimientos, políticos que utilizan a los pobres para que tengan miedo los que se resisten a empezar a serlo. Se presupone que el victimario es tan víctima como su víctima (ex Ministro de Seguridad León Arlasnian), lo cual es un interesante ejercicio teórico. Claro que como recuerda el docente Miguel Corsi: "En teoría, no hay diferencia entre teoría y practica, pero en la practica si". La escuela actual no tiene los mecanismos adecuados para los que han optado por intentar matar o matar a los que se interponen entre sus deseos y la realidad que se los niega. Parece ir en aumento el número de jueces, que disponen de la protección de custodias armados que les paga la sociedad a la que ellos desprotegen, que entienden que las penalizaciones son inadecuadas. La cuestión es que están discriminando, pretenden garantizar los derechos humanos a quienes, evidentemente, les niegan la condición de tales. El educador Corsi sostiene que una de las características del ser humano, es su capacidad de discernir y obrar en consecuencia. Si se comete un acto delictivo se debe pagar en proporción a la ofensa cometida, porque como sostuvo el filósofo J. P. Sartre, el individuo, en cuanto hombre libre, debe ser responsable de sus actos frente a la sociedad.
El epistemólogo Mario Bunge sostiene que urge una declaración de Deberes y Derechos Humanos. Un término sólo adquiere significado en presencia del otro; se trata de opuestos complementarios, no de opuestos enemigos. Si a los jóvenes no se les respeta el derecho y el deber de ser responsable, ¿qué sociedad conformarán en su adultez?
Afirma el filósofo Sergio Sinay en Elogio de la responsabilidad, que las sociedades no nacen de repollos ni son improntas de un instante, se forjan en el tiempo con la responsabilidad asumida o no de sus integrantes. La sociedad del futuro la forjan los padres, los funcionarios educativos, los adultos de hoy, los jueces, y el sentido de responsabilidad que les inculquemos a los chicos HOY.

Juan Carlos Ramirez

domingo, 19 de octubre de 2008

Bini dijo ....

Estoy disfrutando del Blog y como no puedo sustraerme a brindárselos a mis lectores de El Morueco Terenciano, aunque sea parcialmente te pido me permitas publicar algo: El estudio de la Sra. López de Militeli. Los artículos no tienen desperdicio.

Bini Peñuelas. El Morueco Terenciano

domingo, 12 de octubre de 2008

La Clase Media, Los Medios, y el lugar del Medio

Hace unos días, tuve la oportunidad de asistir a un seminario del que participaban como panelistas: periodistas, intelectuales y otras personas del mundo de la cultura. En un momento, ante la educada pregunta de un asistente a los panelistas refiriéndose a “los medios” y “el discurso”, un periodista, referente reconocido de aquellos, saltó a la defensiva, como si hubiese sido atacado. La emprendió justificando y queriendo explicar que esto de “los medios” no existe, que es una creación del gobierno, etc. etc. A pesar de ello, sabemos del poder formador de opiniones de “los medios” a los que vamos a definir como los grupos de poder, grandes corporaciones, que detentan la información a través de la propiedad de canales de televisión, diarios, revistas y señales de radio. (Dejaremos a salvo de estos comentarios a los pequeños medios de difusión, generalmente locales y que son dirigidos, trabajados, difundidos y comercializados podríamos decir por “sus propios dueños”. Pequeños periódicos, radios FM, boletines y revistas que con mucho sacrificio permiten la expresión libre de ideas y nacen justamente de la necesidad de su difusión).
La palabra MEDIO, me refiere al lugar del medio. Para muchos sería el lugar del equilibrio, de la no desmesura, de la equidad, de la visión equitativa, de la justicia... Sin embargo, no se puede ser medio inteligente, medio honesto, medio ético, medio trabajador, y sí podemos pensar en que se puede ser medio tonto, medio vago o medio tránsfuga. También me remite a CLASE MEDIA. ¿Qué es la clase media? Considero que tampoco se puede ser medio rico o medio pobre. O tal vez el pobre prefiera llamarse Clase Media para no asumirse como pobre. Y los ricos prefieran hablar de Clase Media para acallar sus conciencias si las tienen. Prefiero pensar en la clase media más como clase trabajadora, esto es, el amplísimo sector de la sociedad que trabaja, gana su sustento con su propio trabajo, y no puede subsistir sin él. Este sector mayoritariamente asalariado o cuenta propista que reúne a empleados, artesanos, profesionales y comerciantes. Claro, para algunos sonará mejor al oído el término clase media que asalariado, o trabajador, así de chic.
Arturo Jauretche hace una exquisita descripción de la Clase Media Argentina en su libro “El medio pelo en la Sociedad Argentina”, (cuya lectura recomiendo). Medio Pelo, ni largo ni corto. Quiere pero no puede. Aparenta pero no es. Habla y siente como si fuera, y aún apoya y vota a quienes le jugarán en contra, en contra de sus intereses, ya que la Clase media es un pobre venido a más, o un descendiente de ricos venido a menos, pero que difícilmente llegará a ser rico. Justamente, “los medios” entran en los hogares de estos otros medios: “Clase media” a través de las ventanas abiertas de sus televisores y radios. Los grandes medios detentan y manipulan la información que inyectarán en la casa de los otros medios, los de la clase media. Y allí obtendremos lo que los mismos medios llaman “la opinión pública”, y las “encuestas de opinión”. Los medios o mejor dicho los empleados de los medios, son pagados por grupos económicos que velan por sus propios intereses, que justamente no son los mismos intereses de los receptores de la información. Los empleados de los medios no son precisamente libre pensadores. En la mayoría de los casos piensan por lo que les pagan o en otros callan lo que no conviene a su patrón.
Asistimos a seudo periodistas que en realidad son “opinadores”, que recortan las noticias e interpretan los hechos para sus oyentes, lectores o televidentes. Éstos consumen el producto como a una ostia, religiosamente, como una cuestión de fe. Una ostia bien masticada, y contagiada con el ADN del emisor. Y así, los televidentes, oyentes, y lectores pasan a ser consumidores, compradores compulsivos, de mercaderías o de ideas, y las toman como si fuesen sus propias ideas, convencidos de que fueron ellos mismos quienes las pensaron. Hoy en los ámbitos familiares o laborales generalmente no se discuten ideas, se repiten los slogan escuchados sin desmenuzar su contenido. La realidad se ve en la tele. Se mira la tele mientras se cena, se escucha la radio mientras se desayuna, se comenta el fútbol. La mayoría brindará detallado relato del último escupitajo que una seudo bailarina mediática le estampó a alguien más, ya que lo vio en vivo y en directo, y además el hecho fue debidamente repetido y comentado en cada programa de chimentos, espectáculos, actualidad, noticiero y etcétera que se precie Será centro de la conversación el tamaño de la anatomía de la escupidora a la que ya referimos, pero ideas..... Ciertamente, estarán ausentes.... No existe la lucha de clases para la Clase Media. No tiene identidad propia, ya que pretende lo que no es. Su lugar no es un lugar deseado ni por los ricos ni por los pobres, quienes prefieren soñarse ricos. El lugar del medio (el de la clase media) pasa a ser así el lugar de la indiferencia. Y este ejército de soledades, que no se identifica con sus pares, emite opiniones que no son realmente suyas. Critica y opina sin poder ahondar en criterios, sin saber demasiado de qué se trata.
El lugar del medio es como el jamón del sándwich, el sándwich no existe sin el jamón, pero el jamón no lo sabe. El pan le hace creer que está a su lado, que lo acompaña, que no lo va a defraudar. Lástima que si el jamón no advierte su propia identidad, sus posibilidades, su gran capacidad dormida, su destino será el de ser devorado.

Por: María Amelia López de Militelli

Restaurar la asimetría

La escuela ha dejado de ser el lugar en donde se aprende; se ha convertido en una prolongación de la calle, del hogar, de los lugares de esparcimiento (la cancha, la plaza, la discoteca); los alumnos parecen no diferenciar el estar dentro y fuera de ella. La heterogeneidad de esas conductas se traduce en violencia verbal, psicológica y física, que afecta a docentes y alumnos, en tanto cada uno de esos actores sociales puede llegar a ser indistintamente, víctimas y victimarios, sin solución de continuidad.
Todas las situaciones de indisciplina tienen como protagonistas a los alumnos, a los docentes y a las familias y si bien los bajos niveles de convivencia vienen dados por diferentes cuestiones, los educadores destacan especialmente el rol de las familias, como las más negativas. Las salidas de las escuelas, a menudo se convierten en campos de batalla, y por múltiples razones los adultos ya no intervenimos para separarlos. Los padres apoyan las actitudes guerreras de sus hijos para que “no se deje pisotear” y es probable que se vuelvan, padres e hijos, en contra de quien pretenda separarlos, y ello sin contar que si los contendientes son mujeres o mixturas, el problema es mayor porque el adulto puede ser considerado un “degenerado” si toca a las “nenas” en conflicto. La violencia escolar tipo bullying (entre pares) merece toda la atención y todos los proyectos encaminados a erradicarla, serán siempre insuficientes. Sin embargo, es la conflictividad en el aula, la violencia “de baja intensidad”, la que resulta mucho más perjudicial para el sistema y para la convivencia.
Algunos alumnos presentan problemas serios de comportamiento, son groseros y desconsiderados, sin justificación alguna. En numerosos casos, los docentes incitan a la proliferación de esas conductas por su ausencia del aula, y no me refiere únicamente a la física, sino a la del desinterés nacido de la indolencia propia y de las autoridades de la institución. Basta con ver como se repite el caso de alumnos que comen en clases, escuchan música en su MP3 o celular, como interrumpen las clases llamando en voz alta a algún compañero, haciendo comentarios inoportunos a voz en grito, o levantándose de su sitio sin permiso.
La casi total ausencia de autoridad ha traído como consecuencia que algunos docentes llegan a sentir angustia previo al ingreso a determinadas aulas (nótese el aumento de maestras que prefieren ser secretarias o preceptoras, que no resisten la idea de retornar a las aulas). Los innumerables comportamientos disruptivos que varios alumnos presentan durante las clases han provocado casos extremos, con docentes que llegan a sufrir la total destrucción de su identidad profesional. Consideremos el caso de la profesora “autista”, que no se enteró de que la estaban filmando, que tenía estudiantes detrás suyo, que le prendieron fuego a su cabello, ni que le habían puesto un preservativo en la cabeza, etc., etc.
Una posible explicación a todo lo relacionado con la indisciplina podría estar en el fracaso de la llamada Escuela Comprensiva, la que parte de la idea de que puede “aprenderse” sin esfuerzo… de forma lúdica. La Pedagoga sueca Inger Enkvist, explica que se basa en una filosofía educativa que casi absolutiza al niño o adolescente, considerando a los alumnos dotados de una autonomía intocable y que no se puede hacer nada que la enturbie. Hemos cambiado de una visión en la que la familia tenía que adaptarse a lo escolar y cualquier conflicto se dirimía en favor de la escuela, a una visión en que suponemos que una escuela es buena, cuando la población está satisfecha del servicio que recibe. Hemos transformado a los alumnos, en clientes. La falta actual de autoridad del docente frente al aula es, según el ministro de Educación porteño Mariano Narodowski, consecuencia de las políticas educativas de los últimos años que mientras desautorizaron la palabra del adulto, afirmaba la confusión entre autoridad y autoritarismo. Se creo una equivalencia entre adultos y niños, entre escuelas y familias, entre docentes y alumnos. Esa equivalencia sólo permite la negociación y en ella va desapareciendo la imagen y el rol del educador.
Educar es siempre una relación asimétrica, que no tiene que ser dominio o sumisión pero tiene que conservar la asimetría. Los adultos tienen que consensuar cuáles son los "no" que permiten convivir en sociedad. Claro que, como sostiene Mario Zerbino, psicólogo y docente investigador de la UBA, las diferentes modalidades de expresión de la violencia requieren distintos tratamientos y que, antes de cuestionar a los jóvenes, los adultos deberíamos saber "en nombre de qué se les está pidiendo a ellos que se porten bien".

Juan Carlos Ramirez

domingo, 5 de octubre de 2008

La escuela domada

A quienes sobrellevan su existencia carentes de condiciones materiales básicas, no los alivia el contar con el eterno reconocimiento de ser la deuda pendiente de la política. Nuestras desigualdades sociales han modificado valores, códigos éticos y desestructurado familias. Las instituciones escolares, insertas indisolublemente en la realidad social, tienen problemas para realizar eficazmente su función. La escuela hoy se adapta, no impone criterios porque la sociedad le ha restado legitimidad o porque esta pasa por otros ámbitos. Los entornos socioeconómicos actúan sobre las propuestas educativas, condicionando fuertemente a los ámbitos escolares por la pobreza y su incidencia en la salud, alimentación y atención del niño. Su comprensión nos permite acceder a las primeras explicaciones sobre las diferencias en el acceso, permanencia y resultado de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pero las explicaciones no deben conducirnos a proyecciones deterministas, sino a comprender el medio, el sujeto y las limitaciones propias del docente, para construir a partir de la realidad.
Es un concepto socialmente compartido sostener que la escuela tiene como función especifica, diseñar e instrumentar actividades educativas. Sin embargo, no es la única función que la sociedad le otorga a la escuela hoy. Se le exige que atienda los problemas de una alimentación inadecuada, facilite los medios para colaborar en la vestimenta de los niños, detecte problemas de salud, contenga afectivamente, mantenga a los chicos fuera de las calles el mayor tiempo posible, enseñe valores, dinamice la participación de las comunidades, capacite a sus docentes y además, enseñe procedimientos y contenidos conceptuales. Lejos esta la escuela de hoy, de limitarse a las definiciones que nos brindan los diccionarios: “Establecimiento público donde se da la primera enseñanza.”
¿Qué podremos hacer? ¿Es necesario contextualizar la enseñanza, elaborando proyectos para cada particularidad? En cuanto la relación docentes y alumnos: ¿Hay que privilegiar al grupo o al individuo? Tendremos que “aprender a discernir las oportunidades no realizadas que duermen en los repliegues del presente.” (Gorz, A.; Miserias del presente, riqueza de lo posible). Los alumnos nos hablan de lo que pasa en nuestras instituciones aunque el lenguaje adopte forma de estadística: Chicos grandes en los grados, repitencia, deserción. Es posible que muchos debates sobre las Necesidades Humanas Fundamentales, conlleven la falta de comprensión empírica del tema, reconocer que estamos tratando sobre situaciones familiares concretas.
La adolescencia de los pobres es de carácter más vulnerables que las de los demás grupos sociales. El trato social se regla de acuerdo a su mayor o menor grado de inclusión social. Sus carencias y desventajas juveniles pueden transformarse en privaciones y desventajas definitivas. Un “adolescente vulnerable es un firme candidato a ser un adulto excluido” (Kessler, G.; Adolescencia, pobreza, ciudadanía y exclusión). Debemos construir desde la escuela los espacios sociales que potencien el crecimiento social, emocional y escolar de los niños, sin dejar de contemplar las posibilidades reales de la familia. Hacer de la escuela “un ámbito que debe compensar las diferencias de origen ya que de lo contrario desiguala por los diversos puntos de partida en los que se encuentran ubicados los niños de diferentes grupos sociales” (Redondo, P. y Thisted, S.; Las escuelas primarias “en los márgenes”).
Juan Carlos Ramirez

Comentarios

Mirta dijo...
Es interesante lo que escribís Juan, sòlo que tiene muchos recortes. Yo tomo el que corresponde a la educación y los educadores. Los efectos que se le asignan a los adolescentes, también lo padecen los docentes. La vulnerabilidad no es un signo de este tiempo, pero sí la forma en que cada uno necesita hacer público su malestar. Los videos, blogs, diarios, y otros, son un complemento a las histéricas manifestaciones de lo que sucede dentro de un aula, en la puerta de la escuela, en el patio de la escuela, en los EOE, en las direcciones. Todos quieren ser comprendidos en SU lógica, y aceptados sin confrontación. Si algo estamos aún elaborando es la discusión, la exposición de ideas y la profundidad del pensamiento compartido. Y lo estamos recuperando después de 30000 muertos. Nada menos.

Comentarios

Anónimo dijo...
"Los hombres somos todos iguales de sabios, nada más que cada uno cuenta con conocimientos distintos y su manera de ver el mundo".

sábado, 13 de septiembre de 2008

Ser protagonistas

Con preocupación vemos que muchos de nuestros alumnos han sido despojados del espíritu curioso y dinámico, tan esencial en un estudiante. No nos olvidamos que hay padres que están desocupados desde hace varios años y que la consecuencia es que los jóvenes no tienen expectativas de futuro. Son vulnerables a la drogadicción, alcoholismo, delincuencia, a la depresión; son proclives a "que me importa" o al "no me interesa". Toda una catástrofe social de la que únicamente podemos salir juntos.
Para superar esta encrucijada debemos recuperar nuestro sentido de Comunidad. Juntos, padres, municipio, docentes, hemos superado desafíos... Juntos evitaremos que la tendencia a la falta de normas y de valores, nos robe el futuro de nuestros alumnos, nuestros hijos. La ampliación de la cultura, la introducción al conocimiento científico y el dominio de la tecnología, contribuirán a la construcción de un nuevo modelo de país. Para ello necesitamos que los alumnos acudan a la escuela para aprender con el apoyo de sus padres, quienes deben volver a ser soporte, control y colaboración para ayudarnos a ser mejores maestros y profesores. Debemos recuperar a la escuela como transformadora de la sociedad. De todos nosotros depende, tenemos que ser concienzudamente protagonistas.
Sin sólida base educativa no puede existir identidad nacional, es necesario educar con sentido nacional y regional para recuperar nuestras identidades. En las páginas de los periódicos locales notamos la activa participación de vecinos advirtiendo, realizando o agradeciendo. Este espíritu comunitario debe ser reconocido y ampliado. Lo necesitamos si queremos construir una sociedad diferente con normas ordenadoras. No desde el autoritarismo aniquilador de lo diferente, tampoco desde el desinterés por el proceso social que nos condujo hasta nuestro presente. Deberíamos valorar y potenciar a nuestros hacedores locales, integrarnos a las cooperadoras escolares o a las diferentes instituciones que trabajan para ir en busca de la concreción de nuestras nuevas utopías. Narraba Juan de Salisbury (alrededor del año 1.130) que los contemporáneos somos "enanitos encaramados sobre los hombros de gigantes", afirmando que "veíamos más y más lejos que nuestros predecesores, no porque tuviéramos más aguda visión o mayor altura, sino porque las gigantescas proporciones de aquéllos nos elevan y sostienen." Tenía en claro que por el pasado había que tener respeto porque gracia a él teníamos la posibilidad de alcanzar un horizonte cognoscitivo más vasto. Los gigantes mencionados se encuentran constantemente a nuestra disposición, solo tenemos que acercarnos a nuestras escuelas, a las bibliotecas, al Museo de Historia Regional o a la Junta de Estudios Históricos del Distrito Ezeiza.
Tocamos hoy un tema de nuestra contemporaneidad porque toda historia es presente cuando la pensamos. Destacamos la necesidad de actuar juntos porque así nos construimos como Nación. Llamamos a pensar la historia nacional desde lo regional porque aquí vivimos.

Juan Carlos RAMIREZ

domingo, 31 de agosto de 2008

Ética, Convicción, y Educación

No existe educación humanista y pluralista que pueda renunciar a transmitir sobre el sentido y el método de la valoración moral de comportamiento. Los educadores no son meros instructores como pretendió el reciente neoliberalismo, participan en la construcción de personalidades, de aptitudes, con la exposición de su propio cuerpo y conducta. No sólo indican “hacia dónde” debemos ir como sociedad sino que enseñan los “valores guía” porque son indubitablemente, modelos de identificación temprana.
Enseñar es un hacer cotidiano y en toda cotidianidad se incluye lo público y/o privado. Todos nos manejamos con un cierto equipo incorporado de valores que nos ayudan a resolver las prácticas cotidianas. Los docentes sabemos que los alumnos no nos exigen, demasiados padres están ausentes, podemos señalar que no aprenden debido a las malas bases que le dieron en la secundaria, primaria o jardín de infantes y no forzaríamos demasiado la realidad escudándonos en las circunstancias disculpadoras de Ortega y Gasset, pero ¿Sería ético nuestro proceder?
Ética y Educación
Entendemos por ética al empeño que cada uno de nosotros ponemos para darle sentido a nuestra libertad, con toda la carga que le imponía Jean Paúl Sartre y considerando que ninguna persona éticamente consciente se pasa la vida exigiendo a los demás lo que él no cumple. No escapa a la relación entre la libertad y la responsabilidad, y es nuestra responsabilidad “preparar” las clases atendiendo la diversidad, hacer cumplir los acuerdos a la totalidad aunque ello nos torne en impopular. Exigir a los alumnos que se adapten a las normas de convivencia social, esto es: enseñar conductas de adaptación, exige docentes que respeten el horario escolar, trato respetuoso, conocimiento y cumplimiento de normas. Si queremos radicar la pretendida falta de responsabilidad de nuestros jóvenes debemos considerar en qué alteramos el Contrato Educativo. Es imposible acordar si no le otorgamos “valor” a las palabras, a los compromisos asumidos. Después de todo, ética es el arte de orientar la acción (no de desentenderse de ella), sosteniendo acuerdos institucionales, cumpliendo con nuestro trabajo, exigiendo nuestros derechos.
Convicción y Educación
Sostiene el filósofo F. Savater que ética es la preocupación por hacer el bien, no por quedar bien. Hay que aceptar que nos tilden de malos si nuestras convicciones (del latín vencer) chocan con entornos no favorables. Debemos acudir a nuestras convicciones porque ellas nos permiten resistir la presión, porque instalan límites no negociables. Si estamos convencidos de nuestro rol docente, la educación transformará al mundo y los alumnos incorporaran valores que beneficiaran al conjunto social.
No deberíamos olvidarnos de la norma de I. Kant: “Debemos obrar de modo tal que podamos querer que la máxima de nuestra acción se convierta en ley universal”.

Juan Carlos Ramírez

sábado, 23 de agosto de 2008

Superarnos II

La lectura de los periódicos nos marca claramente que nuestras políticas educativas son impotentes, pero ello no implica que debamos regresar a la escuela omnipotente pues estaríamos buscando soluciones falsas. No es disimulando las falencias como modificamos el presente, lo conseguimos si nos hacemos cargo de él asumiendo nuestros deberes ciudadanos.
Como papás, debemos hacernos cargo de nuestros hijos, asumirnos como adultos. En los noventa muchos renegaron de su edad biológica, por vía de la tecnología los más pudientes, por medio de dejarse crecer el pelo y usar colitas y aritos los menos favorecidos económicamente; en la actualidad aquella impostura se trasladó a considerarse “amigo de sus hijos” para no asumir su papel como papás, buscando quizás evitar nuevas frustraciones.
De esta manera, tenemos comunidades educativas donde los docentes tienen miedo de las represalias de los padres de sus alumnos, si no los aprueban. Adultos que se comportan como niños y que patotean junto a sus hijos a los educadores, quienes intentan brindar normas que los jefes de familia no pueden imponer. Chicos que concurren a clases con caros celulares que les compran sus papás, quienes alegan no tener dinero para sostener la cuota de la cooperadora escolar.
Probablemente si los adultos comenzamos a recomponer el tejido social destacando la solidaridad como herramienta, valorando y potenciando a nuestros educadores, integrándonos a las cooperadoras escolares o a las instituciones que trabajan para la comunidad, estaremos acertando el camino para ir en busca de nuevas utopías.
Los docentes, en tanto, deberíamos ser militantes de la educación, generar climas educativos, buscar reunirnos con quienes quieren capacitarnos y ser capacitados. Tenemos conciencia de lo errático y de incluso de la ausencia de políticas estatales, pero también tenemos el ejemplo de nuestros desprotegidos educadores. Los docentes no trasmiten saberes enciclopédicos como objeto de uso y de consumo, participan de la estructuración de la personalidad de sus alumnos, forman humanísticamente. El Maestro Fortunato Iglesias marcó desde nuestra región hacia toda Latinoamérica, que lo revolucionario es la Ética del Compromiso. Nuestros maestros, con su labor educativa cotidiana, nos señalan ese camino.
Jean P. Sartre sostenía que el ser humano está “condenado a ser libre”, por lo que sería saludable asumir la rebeldía de no aceptar el destino que nos prefijaron y dejar de ampararnos en las circunstancias disculpadoras de Ortega y Gasset. Presionemos a la dirigencia social para que se asuma como tal y provoque los cambios deseados. Superemos nuestro presente, construyamos un mejor futuro.

Por: Juan Carlos Ramírez

sábado, 16 de agosto de 2008

Superarnos

Las ideas socialmente dominantes en la pasada década tendieron a hacernos creer que por tener relaciones carnales con un imperio, nuestro país se transformaría en imperialista y pasaría a integrar el ansiado Primer Mundo. En tanto, se llevaban adelante brutales transferencias de ingresos que empobrecieron materialmente nuestras vidas a la par que nos agotaron espiritualmente. Entre las políticas empleadas con tal fin se utilizaron el anular las utopías, se cancelaron las esperanzas, se engañó a los jóvenes haciéndoles creer que no era posible cambiar nuestro sino y hoy están convencidos que ni el trabajo es el camino, ni los estudios son las herramientas.
La Escuela, como institución, sirve tanto para reproducir las condiciones sociales de la sociedad en un por venir, como para transformarla. Hoy clamamos por retomar valores que desde el Estado no hemos enseñado, que los jefes de familia han abandonado y en el que los jóvenes, no creen.
Nostalgiosos del pasado, adhieren a la leyenda que encuentra Dorothy en la entrada del castillo de la bruja en El Mago de Oz: “Yo que tú, desandaba lo andado”. Parece lógico que si éste camino no nos conduce a lo ansiado por la sociedad, volvamos sobre nuestros pasos. Nuestros políticos parecen jugar con esta idea y nos prepararon cambios mágicos. Éstos consistieron en cambiarle el nombre al 3er. Ciclo de la E.G.B. y pasar a denominarlo E. S. B.; luego, como no surtió efecto lo redujeron a Escuela Secundaria, esperando seguramente que igual nombre conduzca a iguales resultados.
Tanto el filósofo alemán Johann C. Schiller como J. G. Fichte, dejaron sentado hace doscientos años que en el presente convergen las líneas del desarrollo histórico y que toda época es encarnación concreta de una idea. Estas pueden ser pautas para pensar y encauzar nuestro tiempo. No podemos volver hacia atrás y reproducir las condiciones sociales del pasado; la vida no es un laboratorio ni la historia es cíclica, es dialéctica.
Parece que estamos decididos a retomar caminos que parecieron adecuados para otra sociedad que transito el mismo espacio pero no nuestro tiempo. Nuestro presente nos exige dejar de sufrir melancolías por aquel “pasado glorioso”, por cosas que quizás, no nos sucedieron; y empezar a superarnos.

Por: Juan Carlos Ramírez

sábado, 19 de julio de 2008

El rol de los intelectuales


En una nota del periódico La Palabra de Ezeiza, se traía a colación que: " Con preocupación vemos que muchos de nuestros alumnos han sido despojados del espíritu curioso y dinámico, tan esencial en un estudiante." Adherimos a la preocupación y nos hacemos eco de la necesidad de una sólida base educativa.
Desde medios y funciones distintos, lo más variado de nuestra intelectualidad ha expresado su preocupación tanto por nuestras políticas educativas como por nuestro estado social. Es interesante la suma de diagnósticos incluso coincidentes en muchos aspectos a pesar de los diferentes marcos ideológicos en que fueron pensados. Pese a ello, no asoman planificaciones que nos permitan modificar nuestro presente.
Desde que el "Rodrigazo" de aquel peronismo y el posterior golpe militar de 1.976, nos pusiera en el camino donde las utopías fueron reprimidas a un costo de 30 mil desaparecidos, no encontramos la puerta de salida de esta crisis social. Desde que aceptamos que se hayan incorporados a nuestra cotidianidad un número incontable de conciudadanos despojados crecientes de toda dignidad, sin que ello frene la brutal concentración de riqueza, no podemos decir que "por algo sera" o el "yo no sabía".
No puede causarnos extrañeza que con millones de padres no ocupados desde hace varios años, los jóvenes no tengan expectativas de futuro y que se hallen vulnerables a la drogadicción, alcoholismo, delincuencia y a la depresión. Sus banderas han dejado de ser el interés por el bienestar del prójimo y sólo se dejan morir, a veces matando.
Por supuesto que existen otros jóvenes que saben que vivir es algo más que la esperanza de un plan trabajar o de un puesto con remuneraciones que les posibiliten ir tirando. Pero la sensación es que han sido sobrepasados por el "no me importa", el "no me interesa". Toda una catástrofe social de la que únicamente podemos salir juntos; y este es el punto del que todos somos responsables.
No podemos modificar la historia que nos condujo hasta aquí. Eric Hobsbawm sostiene que “no sabemos a dónde vamos, sino tan solo que la historia nos ha llevado hasta este punto”. Si bien es parcialmente cierto, no es adhiriéndonos a la teoría del caos en donde hallaremos la salida. Einsten podía esperar el futuro confiado, su creencia en que "Dios no juega a los dados con el universo" lo hacia posible; pero que hay con el resto de los mortales. No nos es posible esperar que la clase dirigente implemente por sí, ideas relativas a un cambio dado que siempre se van preocupar “más por su equilibrio que por su transformación”, como afirma Alain Touraine.
Lewis Carroll escribió en su "Alicia en el País de las maravillas": “El salón estaba lleno de puertas, pero todas se hallaban cerradas, y después que Alicia fue a un lado primero, y al otro después, forcejeando en todas, se dirigió tristemente hacia el centro, preguntándose cómo haría para salir de nuevo.” Esta es nuestra encrucijada, debemos encontrar una apertura ya. No limitarnos a pensar en por qué están cerradas, debemos pensar en cómo haremos para salir, cómo nos abrimos caminos. Y el camino se hace andando.
Quienes quieran recuperar la esperanza social deben trabajar para ello. Incluso el cristianismo sostiene aquello de que: "A Dios rezando y con el mazo dando". No somos juguetes del destino, somos actores sociales y como tal, responsables de nuestro presente. Si queremos que nuestra juventud supere la apatía y la sociedad recupere o acceda al interés por vivir, debemos ejercer nuestros derechos ciudadanos. Pero también ser responsables de la parte que nos toca y no permitir que nuestra educación siga relegada a la contención y al asistencialismo. Dejar de regalar los pescados para enseñar a pescar, y a pensar cómo lo haremos mejor. Y ese es el camino para consolidar una sólida base educativa.
Hace casi 900 años, Juan de Salisbury narraba que los contemporáneos somos "enanitos encaramados sobre los hombros de gigantes", afirmando que "veíamos más y más lejos que nuestros predecesores, no porque tuviéramos más aguda visión o mayor altura, sino porque las gigantescas proporciones de aquéllos nos elevan y sostienen." Tenía en claro que por el pasado había que tener respeto porque gracia a él teníamos la posibilidad de alcanzar un horizonte cognoscitivo más vasto. Los gigantes mencionados se encuentran constantemente a nuestra disposición, solo tenemos que acercarnos a nuestras escuelas, a las bibliotecas o museos. Nuestra preocupación es quiénes son los que se encaraman en los hombros de aquellos gigantes, qué ven, qué deben perseguir, cuál es su rol como intelectuales de nuestra sociedad en nuestro hoy.
No sé qué es lo que ven pero si tengo en claro que deberían ver. Deberían buscar las formas en que podemos perseguir una nueva utopía, deberían poner en claras palabras de qué se trata y cómo empezar a hacerlo, haciéndolo.
Debemos, cuál Prometeo, volver a robarles el fuego a los dioses para que podamos salir de nuestro estado de miedo, degradación y miseria. Los intelectuales podremos no ser políticos pero sí debemos hacer políticas. No podemos modificar la historia pero si resignificarla.
Por: Juan Carlos Ramírez

martes, 15 de julio de 2008

Sobre la Historia


El 1º de julio es el Día del Historiador, fecha elegida debido a que en ese día de 1812 el Primer Triunvirato emitió un decreto por el cual el gobierno "ha determinado se escriba la historia filosófica de nuestra feliz revolución". El trabajo de la primera historia argentina recayó en el Deán Gregorio Funes, autor del Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán.
LA IMPORTANCIA DE LA HISTORIA
El hombre siempre manifestó la necesidad de contar sus experiencias, como individuo y como sujeto social. En sociedades ágrafas el relato oral, única vía para transmitir vivencias propias o escuchadas de terceras personas, necesitaba la concurrencia de público y narradores en un mismo espacio y tiempo. El narrador siempre resigna referencias verificables para dar lugar a la intriga, a la aventura, a la historia. Ningún narrador pretende emular a Funes, el memorioso, de Jorge Luís Borges, capaz de relatos tan pormenorizados como carentes de análisis. Los relatores de historias no siempre sienten la obligación de la veracidad, sólo tienen que ser verosímiles, creíbles. Aquellos contadores de La Ilíada o La Odisea, no se cuestionaban por no diferenciar lo posiblemente humano de lo fantástico; tampoco lo hacían los oyentes, destinatarios pasivos y acríticos pero siempre presentes. Con la escritura aparecieron libros de historia y los relatos dejaron de ser fugaces impresiones para dar lugar a posibilidades de reflexión, consultas meditadas, cuestionamientos. También se superó la relación tempo espacial; la historia escrita nos permitió conocer escenarios no visitados y tiempos no vividos, sin la mediación del narrador en cuerpo presente. Desde Heródoto, la historia como memoria humana pasó a ser una memoria más profunda y universal.
Tucídides superó las narraciones históricas que proponían explicaciones mágicas, cuando busco los motivos que provocaron la Guerra del Peloponeso. Explicaba a un público no presente, no necesariamente conocedor, las causas de un acontecimiento dejando de lado la intervención de los dioses para dar paso a las responsabilidades de los humanos en la construcción de su propio pasado. Con la aparición de las religiones de grandes masas, la inquietud por las causalidades humanas dejó de ser prioritaria y las causas últimas tanto como las primeras, fueron consideradas como parte de un Plan Universal. La fuente de conocimiento dejó de ser empírica o documentable y pasó La Biblia a ser fuente de Verdad única.
El desarrollo tecnológico aplicado y sostenido a partir del siglo XV, permitió la producción y circulación de conocimientos y las intencionalidades de relatos históricos se diversificaron. De este modo, la Revolución Francesa apuntó al desarrollo de ciudadanos, la valoración del Hombre y sus Derechos Universales; pero no mucho tiempo después, la política francesa se inclinó por relatos históricos que formaran patriotas, subordinando así al Hombre a las instituciones o sentimientos propios de la sociedad en donde vivía. El objeto de la Historia, la investigación y difusión de los hechos de los hombres en el pasado, siguió siendo el mismo pero no necesariamente eran las mismas conclusiones porque las motivaciones podían ser tan diferentes, como diferentes comenzaban a ser los criterios de verdad empleados. Las historias dejaron de ser universales y la Verdad dejó de escribirse en singular y perdió su omnipotencia.
DESAFÍOS
Hoy, el historiador prohijado por el Estado o por fortunas personales, comparte su podio con los surgidos de las universidades democráticas, con investigadores sin títulos profesionales, con los que recogen voces en los pueblos levantando memorias olvidadas. Los historiadores tienen hoy un campo de investigación mucho más amplio, mejores herramientas, interlocutores que cuestionan, y sus obras nos aproximan al Conocimiento desde diferentes ángulos sin pretensiones de apropiación de la Verdad absoluta. Los docentes de historia de hoy, tenemos para estudiar y que estudiar, mucho y más variado que nuestros antecesores, en la búsqueda de que nuestros alumnos se formen en la diversidad y con espíritu crítico, para que en las Memorias de la Humanidad no se excluya a través nuestro al gran protagonista: el pueblo.
Por: Juan Carlos Ramírez