miércoles, 17 de abril de 2024

Nuevas viejas defraudaciones

   Las ideas socialmente dominantes en la década de 1990, tendieron a hacernos creer que por tener relaciones carnales con un imperio, nuestro país se transformaría en imperialista y pasaría a integrar el ansiado Primer Mundo. En tanto, se llevaban adelante brutales transferencias de ingresos que empobrecieron materialmente nuestras vidas a la par que nos agotaron espiritualmente. Entre las políticas empleadas con tal fin se utilizaron el anular las utopías.
Hoy ha retornado con fuerza el pensamiento mágico y se engaña a los jóvenes haciéndoles creer que en una treintena de años, cuando ya no sean jóvenes y los adultos mayores de hoy ya no existan, vivirán en un paraíso que los poseedores de las grandes riquezas crearan para ellos. Están convencidos que ni el trabajo es el camino, ni los estudios son las herramientas; solo tick tock como fuente de información y formación, adoradores de influencers a sueldos del capital financiero.
La Escuela, como institución, sirve tanto para reproducir las condiciones sociales de la sociedad en un por venir, como para transformarla. Hoy clamamos por retomar valores que desde el Estado no hemos enseñado, que los jefes de familia han abandonado y en el que los jóvenes, no creen. Nostalgiosos del pasado, adhirieron a la leyenda que encuentra Dorothy en la entrada del castillo de la bruja en El Mago de Oz: “Yo que tú, desandaba lo andado”.
Suena lógico que si el camino transitado no nos condujo a lo ansiado por la sociedad, un importante sector de esta decidiera volver sobre sus pasos. Nuevos políticos jugaron con esta idea y nos bombardearon con promesas de cambios mágicos: en el futuro -cuando este ya haya pasado- se vivirá ejerciendo derechos a la salud, educación, recreación y lo que el nuevo creyente desee, incluso, dispondrán de dólares (con valor uno a uno), y lideraremos otro Nuevo Orden Mundial: el Mundo Libertario. Mientras tanto, disfrutamos las fotos de cómo El Líder maneja una testarossa eléctrica y es calificado apto para manejar aviones de combate, estacionados en una pista (Hegel y Marx sonríen mefistofelicamente).
Tanto el filósofo alemán Johann C. Schiller como J. G. Fichte, dejaron sentado hace doscientos años que en el presente convergen las líneas del desarrollo histórico y que toda época es encarnación concreta de una idea. Estas pueden ser pautas para pensar y encauzar nuestro tiempo. No podemos volver hacia atrás y reproducir las condiciones sociales del pasado; la vida no es un laboratorio ni la historia es cíclica, es dialéctica. Parece que estamos decididos a retomar caminos que parecieron adecuados para otra sociedad que transito el mismo espacio pero no nuestro tiempo. Trabajadores sin derechos, regulaciones ni certezas que permitan vivir y pensar en familia: sin niños con derecho y obligación de estudiar.
Nuestro presente nos exige dejar de sufrir melancolías por “pasados gloriosos” que solo beneficiaron a familias de la élite dominante y a una burguesía pequeña pequeña, mientras que el resto del ejido social tuvo que levantar ollas populares, salir a las calles y morir para que los que les siguieron, pudieran construir esta sociedad, que aún lucha por la distribución más equitativa de los ingresos.
En "Un mundo feliz" (Aldous Huxley, 1932), se presenta una distopía que anticipa el manejo social de las emociones por medio de drogas combinadas. Hoy esas drogas son las redes sociales y los medios de comunicación, sumadas  a las tradicionales: ignorancia, pereza.
  Decía Moreno, el Mariano, que: "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía." Tratemos de evitar nuevas defraudaciones, las que ahora vienen de la mano de un flautista que no es de Hamelín ni de Anillaco. 

Por: Juan Carlos Ramírez Leiva