El sentido podría buscarse ampliando aún más la cobertura de notas. Tal vez no fuera algo complicado, el distrito es grande pero no tanto. Y no sólo a los que cursan invitación por un evento, también podría permitirse con mayor asiduidad la espontaneidad y la producción. Entonces, imaginamos el potencial alojado en los colaboradores espontáneos que puede haber, por ejemplo, entre los docentes que trabajan a diario con alumnos curiosos. Pero claro, alguien dirá y es cierto: hay que escribir y/o acercarse al semanario. O el semanario puede también acercarse a la nota, a la entidad, al vecino, al caso, al tema. Y eso se hace, de un lado y de otro.

Y el sentido local que le hallamos al semanario, también, es el de ser “el” prácticamente único espacio de contención para los que impulsamos a diario la vida cultural del distrito. Digo casi, porque no puede involucrar aspectos culturales que tienen una dinámica que excede el biplano y la tipografía blanco y negro, pero, así y con todas esas limitaciones, siempre dá cuenta de esas expresiones. De hecho, la oficina de La Palabra de Ezeiza es un centro cultural a escala donde disfrutamos de conmovedoras manifestaciones de arte.
Lic. Patricia Faure.
Nota: a propósito del 16to. aniversario del periódico
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