miércoles, 19 de mayo de 2010

25 de Mayo de 1810

Conmemorar el 25 de Mayo es relativamente fácil: hablamos de patriotas repartiendo escarapelas, del pueblo vendiendo empanadas, del tiempo lluvioso, del cabildo y del cumpleaños de la Primera Junta de Gobierno Patrio.
Pero no alcanza con describir aquel 25 de Mayo, sino cómo se propiciaron las condiciones necesarias para dar semejante paso. Y para ello debemos recordar el sentido de pertenencia a esta tierra ante el invasor. Debemos recordar a Moreno, Castelli; a Belgrano y su constante sentido del desprendimiento, su sentido de solidaridad, su enorme entrega para trabajar donde la Patria lo dispusiera. No podemos dejar de lado la mesura militar y su compromiso con el Pueblo ni al Pueblo mismo acompañando la gesta. Porque no fue una solitaria obra de iluminados que un día despertaron con deseos revolucionarios. Fue la obra de una Nación: intelectuales, militares, empresarios, eclesiásticos y gente “del común”; la sociedad toda.
También debemos recordarnos que pasó después de 1810: la construcción del Estado, la integración de sus habitantes, la de los inmigrantes a través de la educación. Porque esto significa conmemorar el 25 de Mayo de 1810, recordar para conocer, insistir con la necesidad de promover el sentido de pertenecer a esta tierra, de integrar a los inmigrantes respetando la diversidad cultural, privilegiar la solidaridad sobre lo material, la entrega al trabajo comunitario, el compromiso, el rol de la sociedad, el rol de la educación. Debemos recordar los valores que hicieron a este gran país. Nuestro País.
Para ello muchos somos docentes, para capacitarnos en competencias que nos permitan trabajar eficazmente para la sociedad, para conocer nuestro pasado aspirando a transformar nuestro presente, para asumir las actitudes que nos permitan afrontar con responsabilidad nuestros problemas.
Por todo ello, Comunidad Educativa, les pido que me acompañen en este grito; ¡Viva la Patria!

domingo, 9 de mayo de 2010

Con los ojos del recuerdo

Los que vivimos nuestra adolescencia en la década de 1960, no podíamos dejar de admirar a Sandro, más allá de nuestras preferencias musicales. La década fue todo color, ideas, música, como también fue de represión y de luchas por la justicia social. Admirábamos tanto los versos de Manuel J. Castilla, del “Cuchi” Leguizamón, Jaime Dávalos, Eduardo Falú, o a don Ata, como a Louis Armstrong o a Oscar Alemán, como a Troilo o a don Osvaldo Pugliese, a The Beatles como a Los Shakers, a Los Plateros como a Los cinco Latinos, por nombrar sólo , arbitraria e irreverentemente, a muy pocos. Pero Sandro nos deslumbraba.
Sandro imitaba a Elvis Presley. Ciento de chicos lo imitaban a el, vestían como él, lucían su estilo en el peinado, en las patillas, en su andar; en todos lados, también en Ezeiza, por supuesto. Ganaban minas por el hecho de imitarlo. En toda escuela secundaria había un imitador del Gitano, del que no nos reíamos, al que escuchábamos y aplaudíamos como si fuera el original. Muy pocos sabíamos de su experiencia anterior con el “Trío Azul”, luego el dúo “Los Caribes”, o “Los Caniches de Oklahoma”. La mayoría lo conocíamos de cuando ya actuaba con “Los de fuego” (1964, “Presentando a Sandro”; 1965, “Sandro y los de fuego”).
Por aquellos años era muy delgado y bailaba moviendo la pelvis de una manera que enloquecía a las viejas. Había debutado en TV en el programa de Pipo Mancera (Sábados Circulares, canal 13) y sus movimientos fueron considerados lascivos para la moral y ofensivo para las niñas. La Liga de Madres (o de Familias cristiana, creo), presionaron para que no vuelva bailar pero Mancera conocía su negocio y el muchacho de movimientos obscenos y pornográficos, volvió a cantar. Claro que ya no lo enfocaban bailando, salvo desde lejos.
Que época en Ezeiza, por un lado Palito Ortega y su patética coreografía del Club del Clan, por el otro, Sandro y sus meneos enloqueciendo mujeres, irritando al paqueteo pueblerino. Palito y Sandro, ambos pisaron barros de Ezeiza camino a sus consagraciones. Sandro supo cantar en nuestro pueblo, no recuerdo si con Los de Fuego o con el posterior Black Combo, poco importa. Enfundado en cuero negro, canto, bailo, y se desmayo, como lo hacía en todo sus show. El Sandro melódico vendría después del Primer Festival Buenos Aires de la Canción (1967), cuando le ganara por un voto a Daniel Toro.
Por estos días algunos recordaran que fue del grupo fundador de La Cueva, otros, que en los carnavales llenaba el viejo gasómetro. Algunos detendrán su recuerdo en que jamás se comprometió con las luchas sociales. Yo prefiero recordarlo como una persona que amó a la vida hasta su último momento. Creo que ahora estará cantándole “Las manos”, a un auditorio más etéreo, pero auditorio al fin.

Ramirez, Juan Carlos. En: La Palabra de Ezeiza; 07/01/2010

sábado, 1 de mayo de 2010

La Guerra del Chaco

Uno de los encantos que tiene vivir en Ezeiza, es el de que uno no se asombra cuando se cruza con abuelos larga vida. Tal es el caso de Don Ciriaco Benítez, quien el 8 de agosto del 2009 cumplió un siglo, 100 años.

Don Ciriaco participó en la fraticida Guerra del Chaco, uno de los conflictos con mayores perdidas de vidas ya que la guerra causó la muerte de unas ciento veinte mil personas, muchos de ellos indios aymarás del altiplano boliviano no acostumbrados al llano bajo. Por parte de los paraguayos, la mayoría de los soldados eran indígenas guaraníes. El motivo principal del conflicto tuvo que ver con los intereses económicos de las grandes compañías petroleras, la Shell que operaba en Paraguay, y la Standard Oil con intereses en Bolivia. Ambas compañías se disputaban los presuntos yacimientos del Chaco, en una región cuyas fronteras políticas aún no estaban fijas. La guerra comenzó en 1930, aunque las diferencias ya estaban planteadas dos años antes. Desde 1932 y por tres años, los combates fueron feroces, incluso, a cuchillo.

El 12 de junio de 1935 el general Peñaranda, jefe del ejército boliviano y el general Estigarrabia, jefe del paraguayo, firmaron el alto el fuego y el 21 de julio de 1938 se firmó el Tratado de Paz en Buenos Aires. Entre las consecuencias se cuenta la creciente oposición a las petroleras en Bolivia, y la abolición del "pangaje", servidumbre indígena frente a los gamonales, a los terratenientes. De acuerdo al historiador Eduardo Montagut Contreras, en Paraguay el ejército adquirió un gran protagonismo con el golpe del coronel Rafael Franco, quien instauró un régimen autoritario y de intensísima represión. Cabe recordar que la llamada Carretera de la muerte en Bolivia, fue construida por prisioneros paraguayos.

Desde la Junta de Estudios Históricos del Distrito Ezeiza hacemos llegar este recuerdo para que las guerras sólo queden en el pasado, homenajeamos a nuestros hermanos latinoamericanos, y brindamos nuestros saludos al veterano Don Ciriaco, quien eligió nuestra comunidad para vivir.