martes, 20 de julio de 2010

El Matrimonio entre Católicos... ¿se debe permitir?

Estoy completamente a favor del permitir el matrimonio entre católicos. Me parece una injusticia y un error tratar de impedírselo.
El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales.
Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de carácter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos. Pero esto, además de ser más una imagen mediática que una realidad, no es razón para impedirles el ejercicio del matrimonio.
Algunos podrían argumentar que un matrimonio entre católicos no es un matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio están gravemente condenados por la iglesia, algunos podrían considerar que permitir que los católicos se casen incrementará el número de matrimonios por "el qué dirán" o por la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el hogar y las familias desestructuradas. Pero hay que recordar que esto no es algo que ocurra sólo en las familias católicas y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás, no debemos juzgar sus motivaciones.
Por otro lado, el decir que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra forma, no es más que una forma un tanto ruin de desviar el debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: Aunque sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una familia es una familia. Y con esta alusión a la familia paso a otro tema candente del que mi opinión, espero, no resulte demasiado radical: También estoy a favor de permitir que los católicos adopten hijos.
Algunos se escandalizarán ante una afirmación de este tipo. Es probable que alguno responda con exclamaciones del tipo de "¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!".
Veo ese tipo de críticas y respondo: Si bienes cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor probabilidad de convertirse a su vez en católicos (al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad), ya he argumentado antes que los católicos son personas como los demás.
Pese a las opiniones de algunos y a los indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico sea una influencia negativa para el niño. Además, los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.
En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores, creo que debería permitírseles también a los católicos tanto el matrimonio como la adopción.
Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales

Por: Jorge Carlos Barberini

lunes, 5 de julio de 2010

Capitalismo y juventud

¿Qué propone el capitalismo a los jóvenes? En primer lugar más capitalismo. En segundo lugar llenarlos de vacíos. Tercero el éxito si uno logró llenarse de capitalismo y de vacíos. Ahora, de no alcanzar el éxito, le propone a uno la cuarta medida, el autismo. La educación del capitalismo debe servir –aunque no se diga– para las cuatro requisitorias: más capitalismo, más vacíos, más éxitos, más autismo, con menos Tierra, menos Hombre y menos Sociedad.
Todo lo que se hace en las ciudades de marchar contra la inseguridad es un absurdo porque la inseguridad es el propio corazón del capitalismo, desde la flexibilización laboral a la cajera del súper trabajando sin el sueño peligroso de un embarazo, pero también la inestabilidad de las bolsas, del salario, del arrastre en las crisis, o los vaivenes del rating como certificado de “calidad” de la cultura. El capitalismo odia hoy a los jóvenes porque no los necesita. Los odia porque necesita unos pocos y no sabe qué hacer con el resto, requiere de unos pocos jóvenes sabiendo que el resto se volverá violento contra él, percibiendo su exclusión.
Con el paso de la revolución industrial a la cibernética floreció una tecnología productiva capaz de provocar la absoluta abundancia. Pero se creó la abundancia superflua, se contaminó la Tierra, y la abundancia liberadora quedó postergada y enterrada más hondo. Los deseos de los jóvenes casi no provienen de ellos mismos sino de las empresas que financian a Tinelli, Susana y Mirtha quienes, a su vez, exigen castigo a los jóvenes con deseos creados por esas empresas. El Paraíso al que hoy se les invoca descendió del automóvil a la telefonía móvil. Con el coche viajaban, con el celular se comunican con Tinelli, Susana y Mirtha votando por cuál sueño que no les pertenece es mejor, y por cuál sueño que les pertenece se hundirá en uno imposible. También llamando al 2020. La autoestima se promueve por el tipo de celular que se posee. Si uno quiere ser el mejor, no tiene que ser ni el más solidario ni el más estudioso ni el más contestatario, debe tener lo máximo. Incluso el “tener para ser” está siendo abandonado por el “mirar para ser”. Si no viste a un Don Nadie en Tinelli hoy a la noche mañana no existís.
Los jóvenes pobres son los primeros que fracasan. Fracasa la educación que intenta enseñarles que dos celulares más dos celulares con cuatro. La escuela puede constituir resistencia, o bien domesticación e indiferencia. El capitalismo asegura que quiere lo mejor para la sociedad. Demuestra a los jóvenes cómo el socialismo fue lo peor para la sociedad y por ello cayó. Pero esconde bajo una alfombra de hormigón armado que la crisis del capitalismo actual, una crisis civilizatoria, está poniendo en riesgo la vida humana sobre el planeta. De manera que otro modelo construido sobre las ruinas que él va dejando, no sólo es posible sino que parece la única alternativa. La escuela, o es un escalón de protección de la vida humana sobre la Tierra o hace como si no ve el ascenso de los 3 o 4 grados centígrados más por carbono civilizatorio que acabará con buena parte de lo formado en millones de años y con lo edificado seguramente desde la revolución neolítica.
Los hombres ofrecen resistencia al sistema de dominación sólo si tienen convicción. La educación pública que estamos discutiendo está llamada a crear resistencia y convicción. Crear organizaciones sociales, redes, politización hacia abajo. La educación, finalmente, debe servir para no esconder la realidad por dura que ella fuese. Por el contrario, se vuelve ominosamente más dura al no resolver los problemas que jamás son planteados.
“Sólo tiene derecho a encender en
el pasado la chispa de la esperanza
aquel historiador traspasado por la
idea de que ni siquiera los muertos
estarán a salvo del enemigo”.
(Walter Benjamin)

Por eso la Escuela debe preparar a los hombres para que entiendan que no hay nada más seguro a la Tierra, al Hombre y a la Sociedad que los jóvenes. La vida de un solo joven es el triunfo del cosmos.

Por: Rosenzvaig, Eduardo. Argentina: Un supermercado lleno de vacíos y de jóvenes. Herramienta web 4; Febrero de 2010; ISSN 1852-4729