jueves, 26 de mayo de 2011

Camino al Tricentenario


La Nación Argentina es una creación colectiva, es el estado actual de un largo proceso, de construcciones que se reformulan permanentemente. El esfuerzo conjunto de pueblos por consolidar un camino en común se tradujo en la Historia Nacional escrita por quiénes representaban más a los responsables de las desigualdades notorias en Mayo de 1910, que a los que construían con la exposición de su propio cuerpo, de sus fatigas, dolores y penares, la opulencia que la orgullosa clase dirigente exhibía como logros. Aquella burguesía proyectaba su optimismo al futuro, dejándonos una muestra de la opulencia lograda en estatuas glorificadoras de su presente, el que no incluía... a los excluidos de siempre.
Aquel sujeto inmigrante constructor de una nueva raza blanca en América, el crisol, comenzaba a ser el cuestionador violento, tan distante al criollo manso, a esos gauchos devenidos en Don Segundo Sombra, luego de ser Martín Fierro o el Gaucho Hormiga. Otra utopía de los 25 de Mayo comenzaba a no ser creíble, a deconstruirse, a ser añorada. No la Utopía Moreniana de la igualdad, no la de los Estados Unidos en el Sur, sino la de la América Europea.
Se preguntaba Andrés Rivera (La revolución en un sueño eterno), ¿Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad?, pregunta que se han hecho todos los dirigentes desplazados, o los intelectuales que representaban a la élites. A nuestra generación le paso el Terrorismo de Estado como brutal intento de frenar posibles Revoluciones de Mayo y sus intentos de discutir la distribución de la renta.
Sostiene atinadamente Federico Lorenz, que el Juicio a la Junta (1985) fijó un “piso de verdad histórica”. Como sociedad, enfrentamos la dificultad de no lograr elaborar un relato histórico abarcador que pueda unirnos desde su enseñanza en las escuelas. Nuestras contradicciones están más acentuadas que nunca. Incluso, por años hemos sostenido la necesidad de crear y sostener la Patria Grande, pero como condición, muchos sostienen que sea sin bolivianos, peruanos, paraguayos, etc., etc. Muchos añoran lo que dio lugar al relato del guatemalteco Augusto Monterroso (La oveja negra y demás fábulas), la idea de hacer muertas estatuas a las revoluciones fracasadas como forma de dejarlas quietas y en el pasado. También se podría seguir buscando el horizonte que el Che oteaba, cuando Alberto Korda le saco la famosa foto. Algunas historias argentinas, recuerdan a la idea de Comunidades imaginarias, de Benedit Anderson. Después de todo, crece la historiografía que plantea que Argentina, que América toda, sólo es un resultado, una consecuencia casi mecanicista del proceso de desintegración de la unidad monárquica española (Fabio Wasserman), opinión que se suma a los que interpretan que la historia toda, es producto de lo impensado, del azar (las Invasiones Inglesas y la reacción del pueblo en general, por ejemplo).
Qué respuestas buscaremos camino al Tricentenario, con qué preguntas. Como docentes, qué recorte practicaremos, cómo lo difundiremos. Cómo actores sociales de cambio, ¿buscaremos un camino alternativo para recorrer trayectos históricos? o reafirmaremos lo dado aún conscientes de que ello, depende de quién lo dio. Aunque no nos preguntemos para qué lo hizo, ni por qué lo repetimos.

Por: Juan Carlos Ramirez Leiva

lunes, 9 de mayo de 2011

Soy un geronte

La negación de la edad es una tontería. No le tengo miedo a esta etapa que empieza a los sesenta años. Ser sexagenario no está tan mal. Cuando acudo a un gimnasio o cuando salgo a trotar, nadie piensa que no quiero aceptar que no soy un pendejo; por el contrario, algunos dirán con simpático asombro: ¡Miralo al viejito! Cumplir seis décadas es estar frente a una encrucijada, frente a la decisión de elegir nuestro próximo derrotero: nos convertimos en un trasto viejo, en un desubicado, o en un hombre maduro que comienza su andar de viejo sabio, de quien comienza a adivinar los finales de las películas sin dejar de disfrutarlas por ello.
Tener la certeza de ya no ser joven no me lleva a coincidir con Georges Bernard Shaw y pensar que la juventud es un defecto que se cura con el tiempo, prefiero si referirme al acerto de Alejandro Pushkin, aquel que decía: Feliz aquel que fue joven en su juventud, feliz aquel que supo madurar a tiempo. El miedo a la vejez es un invento del capitalismo, es la prolongación del consumismo: se demanda más cremas antiarrugas y no solo me refiero al viagra, sino a teñidos más sofisticados que la tradicional carmela, a usar colita en el pelo o aritos; y si pertenecemos a una capa de ingresos altos, hasta podemos llegar a intentar la gran Legrand. El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno.
En nuestras vidas vamos superando, viviendo, distintas etapas: somos niños, jóvenes, adultos, y finalmente el premio de llegar a viejo. Nosotros atravesamos las cuatro etapas de la vida y si negamos una, tendremos problemas. Cuando por no acceder a un mínimo de confort o cuando se nos forma exclusivamente en un mundo de concentradas riquezas materiales, perdemos la infancia y perderemos la capacidad de soñar, de ser creativos. Si se nos reprimió la adolescencia a fuerza de tener que ser adultos o empastillarnos y sus variantes, vamos a perder la rebeldía. Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas estaciones. Como sostiene el psicólogo Alfredo Moffat (Terapia de Crisis. La emergencia psicológica), en cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje de la vida.
Ser un geronte es una etapa muy rica porque es la época de la reflexión, es cuando podemos expresarnos como filósofos y de sentir la fuerza de la libertad sartreana. Algunos comienzan a temerle a la muerte; de todas maneras, el final del proceso de la vida es un tema negado en nuestra cultura. La agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos al inicio.
Se puede tener setenta, ochenta, noventa o más años años, y tener proyectos, que es lo que aleja a la muerte. Lo decía Pichón Rivere anciano: “la muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos”. El tema es la construcción de la esperanza.
Buscaré no convertirme en un trasto viejo y disfrutar el camino a la vejez, sin ignorar sus miserias pero sin dejar de disfrutar sus ventajas. Y no es algo que parezca difícil. Pensaré qué cosas haré apenas termine esta, siempre viviré el hoy y querré hacerlo mañana. Daré un sentido al tiempo. Así lo aprendo en la serenidad de mi padre, en los planes para continuar el futuro que me cuenta mi noventosa madre; porque después de todo, los padres que no le tienen miedo a la muerte educan hijos que no le tienen miedo a la vida.

Juan Carlos Ramirez.

domingo, 1 de mayo de 2011

Pedagogía militante

La Escuela Pública debe responder a las necesidades públicas y con tal propósito, el Estado diseña los núcleos y competencias a desarrollar.
La globalización impacta en las necesidades de conocer los pro y consecuencias del modelo económico imperante, y las instrumentaciones políticas y culturales en juego que permiten que siga siendo dominante. La necesidad de superar la visión fragmentaria de las geografías enseñadas, llevaron a modificar los contenidos para comprender al espacio como algo que transformamos por razones económicas a través de instrumentaciones políticas. Desde esta posición nos alejamos de la enseñanza de la geografía física para enseñar a buscar comprensiones de cómo las políticas neoliberales han impactado en la apropiación de recursos naturales y la modificación de las condiciones de vida de las sociedades. No es que ya no importa cómo es el paisaje de desiertos o cómo es la vida en escenarios para nosotros, exóticos. Se trata de que a esos conocimientos, accedemos a través de los facilitadores medios masivos de comunicación. Ellos nos traen permanentemente imágenes, comentarios, divulgaciones precisas sobre lo que antes  conocíamos sólo a través de fotos en manuales.
Los nuevos recursos energéticos y la lucha por el medio ambiente, sobre su concepción y administración, debía ocupar un espacio preponderante en esa enseñanza, y de ahí las reformas implementadas. Los desastres que la naturaleza provocó en Japón, no deben impedirles a los estudiantes ver la consecuencia de la implementación de plantas de energía nuclear en zonas potencialmente peligrosas, ni como el Estado que regula estas actividades, priorizó la continuidad de la producción en desmedro de la protección de sus ciudadanos. Posibilitarles la comprensión del rol de los medios de comunicaciones globales para que vislumbren los propósitos de esos medios, al no seguir el tema, al no dar información sobre las personas a las que se expuso a radiación y/o contaminación por no cerrar o evacuar preventivamente; y además enseñar cuáles son las energías alternativas o buscar cuáles podrían serlo.
Nuestros establecimientos educativos no deben tener alumnos ya que no los alumbramos, ni menos aún tener educandos, ya que lo que necesitamos es que lo cuestionen todo, que indaguen permanentemente buscando su máximo de creatividad.
Creatividad significa dar a luz, producir; la creatividad es un proceso dinámico en donde se da la capacidad de encontrar relaciones en forma de nuevos esquemas. La enseñanza debe provocar cambios en cuanto a la fluidez, flexibilidad, elaboración, originalidad, sensibilidad a los problemas y su redefinición. Innovación y apertura al entorno es una de las metas a conseguir mediante la enseñanza de cualquiera de los espacios, necesaria para buscar el máximo de cohesión social respetando la diversidad.
Originalidad supone independencia y autoconfianza, y este es un desafío a atender por los profesorados. Sólo se pueden alcanzar si ambos actores, estudiantes y docentes, han desarrollados estos supuestos. Mientras los que estamos saliendo del sistema tradicional aprendimos lo previsible, nuestros estudiantes deben ser capaces de gestionar las incertidumbres.
La revolución educativa en marcha a través de la fuerte inversión del Estado en libros y en el acceso indiscriminado a la red, permitirá que tanto los docentes como los estudiantes, accedan a los nuevos conocimientos a un mismo tiempo. Con estudiantes temerosos de la participación, no desarrollaremos adultos críticos e innovadores; con docentes no respaldados, sin una autoestima alta por miedo a la intervención de inspectores políticos en las escuelas, tampoco podrán canalizarse las políticas educativas ni el pensamiento crítico de sus estudiantes, y todo el esfuerzo será en vano.
Este es el Año de la Inclusión, de ese desafío nos tenemos que encargar toda la sociedad, pero es el docente el actor social más privilegiado para su logro. Inclusión no debe volver a significar contener en un ámbito para que no nos molesten los jóvenes en las calles. Inclusión significa escuchar y abrir brechas para todos. Y para esto, la Pedagogía debe ser militante y los docentes debemos ser Militantes de la Educación.
Este es el desafió del momento educativo: Capacitar para la gestión de la incertidumbre, acumulación de conocimientos para su transformación, innovación de prácticas de estudios y de enseñanza para todos.

Por: Juan Carlos Ramirez