Su diaria
labor excede el cumplimiento de las prescripciones ya que desempeña tareas más
sutiles y complejas, siendo habitualmente el primero que detecta situaciones
problemáticas que aún no estallan, contiene, hace frente a todos los desafíos
de manera diríamos, artesanal con cada alumno en particular. Facilita, orienta
sobre cómo construir lazos, es decir: crea las condiciones necesarias para
facilitar el ingreso y la permanencia de los alumnos dentro de las escuelas.
Superan lo encomendado en otros tiempos, en donde imponían el orden a través de
la vigilancia de la norma y el castigo.
Sostiene
Dora Niedzwiecki, que se han convertido en actores que ordenan desplegando
habilidades de coordinación de grupos, creando vínculos e incorporando pautas
de convivencia. Conciben su tarea como nexo o bisagra institucional, y son portadores
de información extra institucional y conocedores de la historia de vida de sus
alumnos (Libonatti, 1997). Construyen lo que no viene dado (ni por la
institución familiar, ni por la religión, ni por el conjunto social u otras representaciones
o símbolos).
Cuando el
vínculo docente-alumnos exhibe su debilitamiento, y los profesores no
encuentran la forma, o no se deciden enfrentar su dificultad de construir
relación con los estudiantes, aparecen los preceptores. Se los observa en escena
trabajando en salvar esa distancia, en componer y sostener un lazo cercano con
los chicos como condición de partida para el encuentro con la propuesta de enseñanza
de las escuelas Son los que pueden componer aquello que ya no logran generar
los docentes, ni los padres, ni referentes como la ley, o el temor al castigo.
El 19 de
septiembre es el Día del Preceptor, y a todos ellos dedico esta nota, con mi
más sincero agradecimiento por la titánica labor que desempeñan con magros
sueldos, poco reconocimiento institucional e incluso, barrial. Parafraseando a Gustavo
Cerati, digo: ¡Gracias, totales!.