Transcurría la media mañana
del 30 de noviembre del pasado año, cuando fuimos sorprendidos por un sismo que
de acuerdo a los datos que brindara el Instituto Nacional de Prevención Sísmica
(INPRES), alcanzó los 3,8 grados en la escala Richter por lo que fue un temblor
de "débil a medio". Para llevar tranquilidad a los vecinos, el Ministerio
de Seguridad de la Nación detalló en un comunicado que según un informe del
Sistema Nacional para la Gestión Integral del Riesgo (SINAGIR) "no se
registró afectación a personas, daños materiales sustanciales ni se efectuaron
evacuaciones”. Si bien es cierto que no hubo víctimas ni daños materiales, el
susto fue notable.
El temblor se registró a las
10.27 a una profundidad de 25 kilómetros, en las coordenadas de latitud -34.904
y longitud -58.483. Concretamente, en el cuadrante comprendido por la Ruta 58,
Juana de Arco, Sargento Cabral y Cáceres, a pocos metros de la Ruta 58, cerca
de los barrios privados Santa Juana y La Horqueta, en Canning, partido de
Esteban Echeverría, y que fuera sentido en todo nuestro distrito.
Nueve meses después, 29 de
agosto de 2019, los miedos reflotaron. Poco después de las once de la mañana en
nuestra región, se escucharon explosiones acompañadas con temblores que
replicaron luego. El primer caso se registró después de las once horas y fue seguido
por réplicas por la tarde. Las explosiones inquietaron a los vecinos quienes
sospechaban de acciones de la planta Atómica, detonación de explosivos desde el
aeropuerto, canteras o penitenciarios e incluso se habló de la explosión de un
camión tanque. Todas esas hipótesis fueron descartadas y la página de INPRES no
registra sismo alguno para la región pero si los hubo en las provincias
andinas.
Todo un misterio, o no. Quizás la madre Tierra se cansó de que envenenemos sus aguas, talemos los bosques, no distribuyamos los alimentos que nos brinda y se obligue a pasar hambre a pobres animales humanos o no. Basta pensar en la contaminación de nuestros arroyos (pese a los esfuerzos municipales), la tala indiscriminada de nuestro Patrimonio Verde (bellos ejemplares de más de cien años), el dejar morir a los caballos productos de abigeato o no, y la falta de compromiso municipal y policial al respecto.
Sin embargo las causas de
las explosiones fueron más humanas. Desde el ministerio de Seguridad de la
Provincia de Buenos Aires, se informó que la dirección de explosivos
perteneciente a esa cartera fue la que se realizó detonaciones controladas de
armamentos y proyectiles secuestrados en distintos operativos y allanamientos a
lo largo del año. El procedimiento se realizó al amparo de una cantera cerca de
la calle Blas Parera, en Tristán Suárez.
Por: Juan Carlos Ramirez
Leiva