domingo, 31 de agosto de 2008

Ética, Convicción, y Educación

No existe educación humanista y pluralista que pueda renunciar a transmitir sobre el sentido y el método de la valoración moral de comportamiento. Los educadores no son meros instructores como pretendió el reciente neoliberalismo, participan en la construcción de personalidades, de aptitudes, con la exposición de su propio cuerpo y conducta. No sólo indican “hacia dónde” debemos ir como sociedad sino que enseñan los “valores guía” porque son indubitablemente, modelos de identificación temprana.
Enseñar es un hacer cotidiano y en toda cotidianidad se incluye lo público y/o privado. Todos nos manejamos con un cierto equipo incorporado de valores que nos ayudan a resolver las prácticas cotidianas. Los docentes sabemos que los alumnos no nos exigen, demasiados padres están ausentes, podemos señalar que no aprenden debido a las malas bases que le dieron en la secundaria, primaria o jardín de infantes y no forzaríamos demasiado la realidad escudándonos en las circunstancias disculpadoras de Ortega y Gasset, pero ¿Sería ético nuestro proceder?
Ética y Educación
Entendemos por ética al empeño que cada uno de nosotros ponemos para darle sentido a nuestra libertad, con toda la carga que le imponía Jean Paúl Sartre y considerando que ninguna persona éticamente consciente se pasa la vida exigiendo a los demás lo que él no cumple. No escapa a la relación entre la libertad y la responsabilidad, y es nuestra responsabilidad “preparar” las clases atendiendo la diversidad, hacer cumplir los acuerdos a la totalidad aunque ello nos torne en impopular. Exigir a los alumnos que se adapten a las normas de convivencia social, esto es: enseñar conductas de adaptación, exige docentes que respeten el horario escolar, trato respetuoso, conocimiento y cumplimiento de normas. Si queremos radicar la pretendida falta de responsabilidad de nuestros jóvenes debemos considerar en qué alteramos el Contrato Educativo. Es imposible acordar si no le otorgamos “valor” a las palabras, a los compromisos asumidos. Después de todo, ética es el arte de orientar la acción (no de desentenderse de ella), sosteniendo acuerdos institucionales, cumpliendo con nuestro trabajo, exigiendo nuestros derechos.
Convicción y Educación
Sostiene el filósofo F. Savater que ética es la preocupación por hacer el bien, no por quedar bien. Hay que aceptar que nos tilden de malos si nuestras convicciones (del latín vencer) chocan con entornos no favorables. Debemos acudir a nuestras convicciones porque ellas nos permiten resistir la presión, porque instalan límites no negociables. Si estamos convencidos de nuestro rol docente, la educación transformará al mundo y los alumnos incorporaran valores que beneficiaran al conjunto social.
No deberíamos olvidarnos de la norma de I. Kant: “Debemos obrar de modo tal que podamos querer que la máxima de nuestra acción se convierta en ley universal”.

Juan Carlos Ramírez

sábado, 23 de agosto de 2008

Superarnos II

La lectura de los periódicos nos marca claramente que nuestras políticas educativas son impotentes, pero ello no implica que debamos regresar a la escuela omnipotente pues estaríamos buscando soluciones falsas. No es disimulando las falencias como modificamos el presente, lo conseguimos si nos hacemos cargo de él asumiendo nuestros deberes ciudadanos.
Como papás, debemos hacernos cargo de nuestros hijos, asumirnos como adultos. En los noventa muchos renegaron de su edad biológica, por vía de la tecnología los más pudientes, por medio de dejarse crecer el pelo y usar colitas y aritos los menos favorecidos económicamente; en la actualidad aquella impostura se trasladó a considerarse “amigo de sus hijos” para no asumir su papel como papás, buscando quizás evitar nuevas frustraciones.
De esta manera, tenemos comunidades educativas donde los docentes tienen miedo de las represalias de los padres de sus alumnos, si no los aprueban. Adultos que se comportan como niños y que patotean junto a sus hijos a los educadores, quienes intentan brindar normas que los jefes de familia no pueden imponer. Chicos que concurren a clases con caros celulares que les compran sus papás, quienes alegan no tener dinero para sostener la cuota de la cooperadora escolar.
Probablemente si los adultos comenzamos a recomponer el tejido social destacando la solidaridad como herramienta, valorando y potenciando a nuestros educadores, integrándonos a las cooperadoras escolares o a las instituciones que trabajan para la comunidad, estaremos acertando el camino para ir en busca de nuevas utopías.
Los docentes, en tanto, deberíamos ser militantes de la educación, generar climas educativos, buscar reunirnos con quienes quieren capacitarnos y ser capacitados. Tenemos conciencia de lo errático y de incluso de la ausencia de políticas estatales, pero también tenemos el ejemplo de nuestros desprotegidos educadores. Los docentes no trasmiten saberes enciclopédicos como objeto de uso y de consumo, participan de la estructuración de la personalidad de sus alumnos, forman humanísticamente. El Maestro Fortunato Iglesias marcó desde nuestra región hacia toda Latinoamérica, que lo revolucionario es la Ética del Compromiso. Nuestros maestros, con su labor educativa cotidiana, nos señalan ese camino.
Jean P. Sartre sostenía que el ser humano está “condenado a ser libre”, por lo que sería saludable asumir la rebeldía de no aceptar el destino que nos prefijaron y dejar de ampararnos en las circunstancias disculpadoras de Ortega y Gasset. Presionemos a la dirigencia social para que se asuma como tal y provoque los cambios deseados. Superemos nuestro presente, construyamos un mejor futuro.

Por: Juan Carlos Ramírez

sábado, 16 de agosto de 2008

Superarnos

Las ideas socialmente dominantes en la pasada década tendieron a hacernos creer que por tener relaciones carnales con un imperio, nuestro país se transformaría en imperialista y pasaría a integrar el ansiado Primer Mundo. En tanto, se llevaban adelante brutales transferencias de ingresos que empobrecieron materialmente nuestras vidas a la par que nos agotaron espiritualmente. Entre las políticas empleadas con tal fin se utilizaron el anular las utopías, se cancelaron las esperanzas, se engañó a los jóvenes haciéndoles creer que no era posible cambiar nuestro sino y hoy están convencidos que ni el trabajo es el camino, ni los estudios son las herramientas.
La Escuela, como institución, sirve tanto para reproducir las condiciones sociales de la sociedad en un por venir, como para transformarla. Hoy clamamos por retomar valores que desde el Estado no hemos enseñado, que los jefes de familia han abandonado y en el que los jóvenes, no creen.
Nostalgiosos del pasado, adhieren a la leyenda que encuentra Dorothy en la entrada del castillo de la bruja en El Mago de Oz: “Yo que tú, desandaba lo andado”. Parece lógico que si éste camino no nos conduce a lo ansiado por la sociedad, volvamos sobre nuestros pasos. Nuestros políticos parecen jugar con esta idea y nos prepararon cambios mágicos. Éstos consistieron en cambiarle el nombre al 3er. Ciclo de la E.G.B. y pasar a denominarlo E. S. B.; luego, como no surtió efecto lo redujeron a Escuela Secundaria, esperando seguramente que igual nombre conduzca a iguales resultados.
Tanto el filósofo alemán Johann C. Schiller como J. G. Fichte, dejaron sentado hace doscientos años que en el presente convergen las líneas del desarrollo histórico y que toda época es encarnación concreta de una idea. Estas pueden ser pautas para pensar y encauzar nuestro tiempo. No podemos volver hacia atrás y reproducir las condiciones sociales del pasado; la vida no es un laboratorio ni la historia es cíclica, es dialéctica.
Parece que estamos decididos a retomar caminos que parecieron adecuados para otra sociedad que transito el mismo espacio pero no nuestro tiempo. Nuestro presente nos exige dejar de sufrir melancolías por aquel “pasado glorioso”, por cosas que quizás, no nos sucedieron; y empezar a superarnos.

Por: Juan Carlos Ramírez