Hacia
1880 no había demasiados negros pero persistió el apelativo ligado a la
esclavitud. Tras la caída de Rosas, la idea fue “los negros, de vuelta a
la cocina”, pero se sumo un nuevo factor con la
llegada de los inmigrantes europeos. Las clases altas siempre habían
tenido negros sirvientes, y todo lo que no fuera familia tradicional
encajaba en el “pobrerío”, negros incluidos.
La clase media necesitaba separarse de inmigrantes, obreros, vendedores ambulantes y mendigos. En el imaginario burgués, esta clase “baja” no compraba, vendía o pedía. Los políticos separaron las “clases bajas” de la gente, y trataban de favorecer a su clase, mientras reprimían a la chusma.
La urbanización provocada por las fábricas atrajo a los pobladores del interior. Los provincianos comenzaron a venir, y debieron conseguir casas abandonadas, conventillos, compartiendo lugares. Albañiles, pintores, mucamas, y todo el que no poseía sueldo fijo, se iba a vivir a la ranchada, como se le decía en los años de 1940. Todos de piel morena, producto de siglos de mestizaje, recibían apelativos como payucas, tapes o indios. Con el tiempo, tuvieron costumbres similares a los esclavos: consumo de cosas baratas, bailes y bebidas para olvidar la miseria. Los nuevos negros de una sociedad que ya no los tenía.
Los obreros y marginados comenzaron a separarse de la gente “blanca” y aparecieron motes discriminatorios que se tomaron como bandera: negros, negritas, negritos, villeros, villeritos, grasas, grasitas, descamisados, desposeídos, humildes, cabecitas negras, cabezas, gronchos, mersas; fueron usados hasta hoy ahondando la brecha social e ideológica .
Brizuela Méndez desde el cielo sonríe y Raúl Lavié sigue cantando su negritud. El negro es el que manguea, el que pega ladrillos, la que limpia, barre, cose, lava, el que roba o se droga.
Es una mentira que Argentina no tiene racismo. Es más, lo tiene más allá de las razas y tanto, que debió crearlas para poder ser racista, ejemplo mundial de racismo sin razas. La clase media tuvo que crearse imaginarios “hacia abajo”, un piso para pisar, ya que el apellido italiano o gallego no daba para el cielo. La regulación era inevitable: la plata hacia la diferencia en la apreciación de la pigmentación de la piel.
La clase media necesitaba separarse de inmigrantes, obreros, vendedores ambulantes y mendigos. En el imaginario burgués, esta clase “baja” no compraba, vendía o pedía. Los políticos separaron las “clases bajas” de la gente, y trataban de favorecer a su clase, mientras reprimían a la chusma.
La urbanización provocada por las fábricas atrajo a los pobladores del interior. Los provincianos comenzaron a venir, y debieron conseguir casas abandonadas, conventillos, compartiendo lugares. Albañiles, pintores, mucamas, y todo el que no poseía sueldo fijo, se iba a vivir a la ranchada, como se le decía en los años de 1940. Todos de piel morena, producto de siglos de mestizaje, recibían apelativos como payucas, tapes o indios. Con el tiempo, tuvieron costumbres similares a los esclavos: consumo de cosas baratas, bailes y bebidas para olvidar la miseria. Los nuevos negros de una sociedad que ya no los tenía.
Los obreros y marginados comenzaron a separarse de la gente “blanca” y aparecieron motes discriminatorios que se tomaron como bandera: negros, negritas, negritos, villeros, villeritos, grasas, grasitas, descamisados, desposeídos, humildes, cabecitas negras, cabezas, gronchos, mersas; fueron usados hasta hoy ahondando la brecha social e ideológica .
Brizuela Méndez desde el cielo sonríe y Raúl Lavié sigue cantando su negritud. El negro es el que manguea, el que pega ladrillos, la que limpia, barre, cose, lava, el que roba o se droga.
Es una mentira que Argentina no tiene racismo. Es más, lo tiene más allá de las razas y tanto, que debió crearlas para poder ser racista, ejemplo mundial de racismo sin razas. La clase media tuvo que crearse imaginarios “hacia abajo”, un piso para pisar, ya que el apellido italiano o gallego no daba para el cielo. La regulación era inevitable: la plata hacia la diferencia en la apreciación de la pigmentación de la piel.
Extractado de textos de
Fernetti, Gustavo. Arqueología urbana.Negros. Publicado en: www.revistaelvecinoblogspot.com.ar