Estoy disfrutando del Blog y como no puedo sustraerme a brindárselos a mis lectores de El Morueco Terenciano, aunque sea parcialmente te pido me permitas publicar algo: El estudio de la Sra. López de Militeli. Los artículos no tienen desperdicio.
Bini Peñuelas. El Morueco Terenciano
domingo, 19 de octubre de 2008
domingo, 12 de octubre de 2008
La Clase Media, Los Medios, y el lugar del Medio
Hace unos días, tuve la oportunidad de asistir a un seminario del que participaban como panelistas: periodistas, intelectuales y otras personas del mundo de la cultura. En un momento, ante la educada pregunta de un asistente a los panelistas refiriéndose a “los medios” y “el discurso”, un periodista, referente reconocido de aquellos, saltó a la defensiva, como si hubiese sido atacado. La emprendió justificando y queriendo explicar que esto de “los medios” no existe, que es una creación del gobierno, etc. etc. A pesar de ello, sabemos del poder formador de opiniones de “los medios” a los que vamos a definir como los grupos de poder, grandes corporaciones, que detentan la información a través de la propiedad de canales de televisión, diarios, revistas y señales de radio. (Dejaremos a salvo de estos comentarios a los pequeños medios de difusión, generalmente locales y que son dirigidos, trabajados, difundidos y comercializados podríamos decir por “sus propios dueños”. Pequeños periódicos, radios FM, boletines y revistas que con mucho sacrificio permiten la expresión libre de ideas y nacen justamente de la necesidad de su difusión).
La palabra MEDIO, me refiere al lugar del medio. Para muchos sería el lugar del equilibrio, de la no desmesura, de la equidad, de la visión equitativa, de la justicia... Sin embargo, no se puede ser medio inteligente, medio honesto, medio ético, medio trabajador, y sí podemos pensar en que se puede ser medio tonto, medio vago o medio tránsfuga. También me remite a CLASE MEDIA. ¿Qué es la clase media? Considero que tampoco se puede ser medio rico o medio pobre. O tal vez el pobre prefiera llamarse Clase Media para no asumirse como pobre. Y los ricos prefieran hablar de Clase Media para acallar sus conciencias si las tienen. Prefiero pensar en la clase media más como clase trabajadora, esto es, el amplísimo sector de la sociedad que trabaja, gana su sustento con su propio trabajo, y no puede subsistir sin él. Este sector mayoritariamente asalariado o cuenta propista que reúne a empleados, artesanos, profesionales y comerciantes. Claro, para algunos sonará mejor al oído el término clase media que asalariado, o trabajador, así de chic.
Arturo Jauretche hace una exquisita descripción de la Clase Media Argentina en su libro “El medio pelo en la Sociedad Argentina”, (cuya lectura recomiendo). Medio Pelo, ni largo ni corto. Quiere pero no puede. Aparenta pero no es. Habla y siente como si fuera, y aún apoya y vota a quienes le jugarán en contra, en contra de sus intereses, ya que la Clase media es un pobre venido a más, o un descendiente de ricos venido a menos, pero que difícilmente llegará a ser rico. Justamente, “los medios” entran en los hogares de estos otros medios: “Clase media” a través de las ventanas abiertas de sus televisores y radios. Los grandes medios detentan y manipulan la información que inyectarán en la casa de los otros medios, los de la clase media. Y allí obtendremos lo que los mismos medios llaman “la opinión pública”, y las “encuestas de opinión”. Los medios o mejor dicho los empleados de los medios, son pagados por grupos económicos que velan por sus propios intereses, que justamente no son los mismos intereses de los receptores de la información. Los empleados de los medios no son precisamente libre pensadores. En la mayoría de los casos piensan por lo que les pagan o en otros callan lo que no conviene a su patrón.
Asistimos a seudo periodistas que en realidad son “opinadores”, que recortan las noticias e interpretan los hechos para sus oyentes, lectores o televidentes. Éstos consumen el producto como a una ostia, religiosamente, como una cuestión de fe. Una ostia bien masticada, y contagiada con el ADN del emisor. Y así, los televidentes, oyentes, y lectores pasan a ser consumidores, compradores compulsivos, de mercaderías o de ideas, y las toman como si fuesen sus propias ideas, convencidos de que fueron ellos mismos quienes las pensaron. Hoy en los ámbitos familiares o laborales generalmente no se discuten ideas, se repiten los slogan escuchados sin desmenuzar su contenido. La realidad se ve en la tele. Se mira la tele mientras se cena, se escucha la radio mientras se desayuna, se comenta el fútbol. La mayoría brindará detallado relato del último escupitajo que una seudo bailarina mediática le estampó a alguien más, ya que lo vio en vivo y en directo, y además el hecho fue debidamente repetido y comentado en cada programa de chimentos, espectáculos, actualidad, noticiero y etcétera que se precie Será centro de la conversación el tamaño de la anatomía de la escupidora a la que ya referimos, pero ideas..... Ciertamente, estarán ausentes.... No existe la lucha de clases para la Clase Media. No tiene identidad propia, ya que pretende lo que no es. Su lugar no es un lugar deseado ni por los ricos ni por los pobres, quienes prefieren soñarse ricos. El lugar del medio (el de la clase media) pasa a ser así el lugar de la indiferencia. Y este ejército de soledades, que no se identifica con sus pares, emite opiniones que no son realmente suyas. Critica y opina sin poder ahondar en criterios, sin saber demasiado de qué se trata.
El lugar del medio es como el jamón del sándwich, el sándwich no existe sin el jamón, pero el jamón no lo sabe. El pan le hace creer que está a su lado, que lo acompaña, que no lo va a defraudar. Lástima que si el jamón no advierte su propia identidad, sus posibilidades, su gran capacidad dormida, su destino será el de ser devorado.
Por: María Amelia López de Militelli
La palabra MEDIO, me refiere al lugar del medio. Para muchos sería el lugar del equilibrio, de la no desmesura, de la equidad, de la visión equitativa, de la justicia... Sin embargo, no se puede ser medio inteligente, medio honesto, medio ético, medio trabajador, y sí podemos pensar en que se puede ser medio tonto, medio vago o medio tránsfuga. También me remite a CLASE MEDIA. ¿Qué es la clase media? Considero que tampoco se puede ser medio rico o medio pobre. O tal vez el pobre prefiera llamarse Clase Media para no asumirse como pobre. Y los ricos prefieran hablar de Clase Media para acallar sus conciencias si las tienen. Prefiero pensar en la clase media más como clase trabajadora, esto es, el amplísimo sector de la sociedad que trabaja, gana su sustento con su propio trabajo, y no puede subsistir sin él. Este sector mayoritariamente asalariado o cuenta propista que reúne a empleados, artesanos, profesionales y comerciantes. Claro, para algunos sonará mejor al oído el término clase media que asalariado, o trabajador, así de chic.
Arturo Jauretche hace una exquisita descripción de la Clase Media Argentina en su libro “El medio pelo en la Sociedad Argentina”, (cuya lectura recomiendo). Medio Pelo, ni largo ni corto. Quiere pero no puede. Aparenta pero no es. Habla y siente como si fuera, y aún apoya y vota a quienes le jugarán en contra, en contra de sus intereses, ya que la Clase media es un pobre venido a más, o un descendiente de ricos venido a menos, pero que difícilmente llegará a ser rico. Justamente, “los medios” entran en los hogares de estos otros medios: “Clase media” a través de las ventanas abiertas de sus televisores y radios. Los grandes medios detentan y manipulan la información que inyectarán en la casa de los otros medios, los de la clase media. Y allí obtendremos lo que los mismos medios llaman “la opinión pública”, y las “encuestas de opinión”. Los medios o mejor dicho los empleados de los medios, son pagados por grupos económicos que velan por sus propios intereses, que justamente no son los mismos intereses de los receptores de la información. Los empleados de los medios no son precisamente libre pensadores. En la mayoría de los casos piensan por lo que les pagan o en otros callan lo que no conviene a su patrón.
Asistimos a seudo periodistas que en realidad son “opinadores”, que recortan las noticias e interpretan los hechos para sus oyentes, lectores o televidentes. Éstos consumen el producto como a una ostia, religiosamente, como una cuestión de fe. Una ostia bien masticada, y contagiada con el ADN del emisor. Y así, los televidentes, oyentes, y lectores pasan a ser consumidores, compradores compulsivos, de mercaderías o de ideas, y las toman como si fuesen sus propias ideas, convencidos de que fueron ellos mismos quienes las pensaron. Hoy en los ámbitos familiares o laborales generalmente no se discuten ideas, se repiten los slogan escuchados sin desmenuzar su contenido. La realidad se ve en la tele. Se mira la tele mientras se cena, se escucha la radio mientras se desayuna, se comenta el fútbol. La mayoría brindará detallado relato del último escupitajo que una seudo bailarina mediática le estampó a alguien más, ya que lo vio en vivo y en directo, y además el hecho fue debidamente repetido y comentado en cada programa de chimentos, espectáculos, actualidad, noticiero y etcétera que se precie Será centro de la conversación el tamaño de la anatomía de la escupidora a la que ya referimos, pero ideas..... Ciertamente, estarán ausentes.... No existe la lucha de clases para la Clase Media. No tiene identidad propia, ya que pretende lo que no es. Su lugar no es un lugar deseado ni por los ricos ni por los pobres, quienes prefieren soñarse ricos. El lugar del medio (el de la clase media) pasa a ser así el lugar de la indiferencia. Y este ejército de soledades, que no se identifica con sus pares, emite opiniones que no son realmente suyas. Critica y opina sin poder ahondar en criterios, sin saber demasiado de qué se trata.
El lugar del medio es como el jamón del sándwich, el sándwich no existe sin el jamón, pero el jamón no lo sabe. El pan le hace creer que está a su lado, que lo acompaña, que no lo va a defraudar. Lástima que si el jamón no advierte su propia identidad, sus posibilidades, su gran capacidad dormida, su destino será el de ser devorado.
Por: María Amelia López de Militelli
Restaurar la asimetría
La escuela ha dejado de ser el lugar en donde se aprende; se ha convertido en una prolongación de la calle, del hogar, de los lugares de esparcimiento (la cancha, la plaza, la discoteca); los alumnos parecen no diferenciar el estar dentro y fuera de ella. La heterogeneidad de esas conductas se traduce en violencia verbal, psicológica y física, que afecta a docentes y alumnos, en tanto cada uno de esos actores sociales puede llegar a ser indistintamente, víctimas y victimarios, sin solución de continuidad.
Todas las situaciones de indisciplina tienen como protagonistas a los alumnos, a los docentes y a las familias y si bien los bajos niveles de convivencia vienen dados por diferentes cuestiones, los educadores destacan especialmente el rol de las familias, como las más negativas. Las salidas de las escuelas, a menudo se convierten en campos de batalla, y por múltiples razones los adultos ya no intervenimos para separarlos. Los padres apoyan las actitudes guerreras de sus hijos para que “no se deje pisotear” y es probable que se vuelvan, padres e hijos, en contra de quien pretenda separarlos, y ello sin contar que si los contendientes son mujeres o mixturas, el problema es mayor porque el adulto puede ser considerado un “degenerado” si toca a las “nenas” en conflicto. La violencia escolar tipo bullying (entre pares) merece toda la atención y todos los proyectos encaminados a erradicarla, serán siempre insuficientes. Sin embargo, es la conflictividad en el aula, la violencia “de baja intensidad”, la que resulta mucho más perjudicial para el sistema y para la convivencia.
Algunos alumnos presentan problemas serios de comportamiento, son groseros y desconsiderados, sin justificación alguna. En numerosos casos, los docentes incitan a la proliferación de esas conductas por su ausencia del aula, y no me refiere únicamente a la física, sino a la del desinterés nacido de la indolencia propia y de las autoridades de la institución. Basta con ver como se repite el caso de alumnos que comen en clases, escuchan música en su MP3 o celular, como interrumpen las clases llamando en voz alta a algún compañero, haciendo comentarios inoportunos a voz en grito, o levantándose de su sitio sin permiso.
La casi total ausencia de autoridad ha traído como consecuencia que algunos docentes llegan a sentir angustia previo al ingreso a determinadas aulas (nótese el aumento de maestras que prefieren ser secretarias o preceptoras, que no resisten la idea de retornar a las aulas). Los innumerables comportamientos disruptivos que varios alumnos presentan durante las clases han provocado casos extremos, con docentes que llegan a sufrir la total destrucción de su identidad profesional. Consideremos el caso de la profesora “autista”, que no se enteró de que la estaban filmando, que tenía estudiantes detrás suyo, que le prendieron fuego a su cabello, ni que le habían puesto un preservativo en la cabeza, etc., etc.
Una posible explicación a todo lo relacionado con la indisciplina podría estar en el fracaso de la llamada Escuela Comprensiva, la que parte de la idea de que puede “aprenderse” sin esfuerzo… de forma lúdica. La Pedagoga sueca Inger Enkvist, explica que se basa en una filosofía educativa que casi absolutiza al niño o adolescente, considerando a los alumnos dotados de una autonomía intocable y que no se puede hacer nada que la enturbie. Hemos cambiado de una visión en la que la familia tenía que adaptarse a lo escolar y cualquier conflicto se dirimía en favor de la escuela, a una visión en que suponemos que una escuela es buena, cuando la población está satisfecha del servicio que recibe. Hemos transformado a los alumnos, en clientes. La falta actual de autoridad del docente frente al aula es, según el ministro de Educación porteño Mariano Narodowski, consecuencia de las políticas educativas de los últimos años que mientras desautorizaron la palabra del adulto, afirmaba la confusión entre autoridad y autoritarismo. Se creo una equivalencia entre adultos y niños, entre escuelas y familias, entre docentes y alumnos. Esa equivalencia sólo permite la negociación y en ella va desapareciendo la imagen y el rol del educador.
Educar es siempre una relación asimétrica, que no tiene que ser dominio o sumisión pero tiene que conservar la asimetría. Los adultos tienen que consensuar cuáles son los "no" que permiten convivir en sociedad. Claro que, como sostiene Mario Zerbino, psicólogo y docente investigador de la UBA, las diferentes modalidades de expresión de la violencia requieren distintos tratamientos y que, antes de cuestionar a los jóvenes, los adultos deberíamos saber "en nombre de qué se les está pidiendo a ellos que se porten bien".
Todas las situaciones de indisciplina tienen como protagonistas a los alumnos, a los docentes y a las familias y si bien los bajos niveles de convivencia vienen dados por diferentes cuestiones, los educadores destacan especialmente el rol de las familias, como las más negativas. Las salidas de las escuelas, a menudo se convierten en campos de batalla, y por múltiples razones los adultos ya no intervenimos para separarlos. Los padres apoyan las actitudes guerreras de sus hijos para que “no se deje pisotear” y es probable que se vuelvan, padres e hijos, en contra de quien pretenda separarlos, y ello sin contar que si los contendientes son mujeres o mixturas, el problema es mayor porque el adulto puede ser considerado un “degenerado” si toca a las “nenas” en conflicto. La violencia escolar tipo bullying (entre pares) merece toda la atención y todos los proyectos encaminados a erradicarla, serán siempre insuficientes. Sin embargo, es la conflictividad en el aula, la violencia “de baja intensidad”, la que resulta mucho más perjudicial para el sistema y para la convivencia.
Algunos alumnos presentan problemas serios de comportamiento, son groseros y desconsiderados, sin justificación alguna. En numerosos casos, los docentes incitan a la proliferación de esas conductas por su ausencia del aula, y no me refiere únicamente a la física, sino a la del desinterés nacido de la indolencia propia y de las autoridades de la institución. Basta con ver como se repite el caso de alumnos que comen en clases, escuchan música en su MP3 o celular, como interrumpen las clases llamando en voz alta a algún compañero, haciendo comentarios inoportunos a voz en grito, o levantándose de su sitio sin permiso.
La casi total ausencia de autoridad ha traído como consecuencia que algunos docentes llegan a sentir angustia previo al ingreso a determinadas aulas (nótese el aumento de maestras que prefieren ser secretarias o preceptoras, que no resisten la idea de retornar a las aulas). Los innumerables comportamientos disruptivos que varios alumnos presentan durante las clases han provocado casos extremos, con docentes que llegan a sufrir la total destrucción de su identidad profesional. Consideremos el caso de la profesora “autista”, que no se enteró de que la estaban filmando, que tenía estudiantes detrás suyo, que le prendieron fuego a su cabello, ni que le habían puesto un preservativo en la cabeza, etc., etc.
Una posible explicación a todo lo relacionado con la indisciplina podría estar en el fracaso de la llamada Escuela Comprensiva, la que parte de la idea de que puede “aprenderse” sin esfuerzo… de forma lúdica. La Pedagoga sueca Inger Enkvist, explica que se basa en una filosofía educativa que casi absolutiza al niño o adolescente, considerando a los alumnos dotados de una autonomía intocable y que no se puede hacer nada que la enturbie. Hemos cambiado de una visión en la que la familia tenía que adaptarse a lo escolar y cualquier conflicto se dirimía en favor de la escuela, a una visión en que suponemos que una escuela es buena, cuando la población está satisfecha del servicio que recibe. Hemos transformado a los alumnos, en clientes. La falta actual de autoridad del docente frente al aula es, según el ministro de Educación porteño Mariano Narodowski, consecuencia de las políticas educativas de los últimos años que mientras desautorizaron la palabra del adulto, afirmaba la confusión entre autoridad y autoritarismo. Se creo una equivalencia entre adultos y niños, entre escuelas y familias, entre docentes y alumnos. Esa equivalencia sólo permite la negociación y en ella va desapareciendo la imagen y el rol del educador.
Educar es siempre una relación asimétrica, que no tiene que ser dominio o sumisión pero tiene que conservar la asimetría. Los adultos tienen que consensuar cuáles son los "no" que permiten convivir en sociedad. Claro que, como sostiene Mario Zerbino, psicólogo y docente investigador de la UBA, las diferentes modalidades de expresión de la violencia requieren distintos tratamientos y que, antes de cuestionar a los jóvenes, los adultos deberíamos saber "en nombre de qué se les está pidiendo a ellos que se porten bien".
Juan Carlos Ramirez
domingo, 5 de octubre de 2008
La escuela domada
A quienes sobrellevan su existencia carentes de condiciones materiales básicas, no los alivia el contar con el eterno reconocimiento de ser la deuda pendiente de la política. Nuestras desigualdades sociales han modificado valores, códigos éticos y desestructurado familias. Las instituciones escolares, insertas indisolublemente en la realidad social, tienen problemas para realizar eficazmente su función. La escuela hoy se adapta, no impone criterios porque la sociedad le ha restado legitimidad o porque esta pasa por otros ámbitos. Los entornos socioeconómicos actúan sobre las propuestas educativas, condicionando fuertemente a los ámbitos escolares por la pobreza y su incidencia en la salud, alimentación y atención del niño. Su comprensión nos permite acceder a las primeras explicaciones sobre las diferencias en el acceso, permanencia y resultado de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pero las explicaciones no deben conducirnos a proyecciones deterministas, sino a comprender el medio, el sujeto y las limitaciones propias del docente, para construir a partir de la realidad.
Es un concepto socialmente compartido sostener que la escuela tiene como función especifica, diseñar e instrumentar actividades educativas. Sin embargo, no es la única función que la sociedad le otorga a la escuela hoy. Se le exige que atienda los problemas de una alimentación inadecuada, facilite los medios para colaborar en la vestimenta de los niños, detecte problemas de salud, contenga afectivamente, mantenga a los chicos fuera de las calles el mayor tiempo posible, enseñe valores, dinamice la participación de las comunidades, capacite a sus docentes y además, enseñe procedimientos y contenidos conceptuales. Lejos esta la escuela de hoy, de limitarse a las definiciones que nos brindan los diccionarios: “Establecimiento público donde se da la primera enseñanza.”
¿Qué podremos hacer? ¿Es necesario contextualizar la enseñanza, elaborando proyectos para cada particularidad? En cuanto la relación docentes y alumnos: ¿Hay que privilegiar al grupo o al individuo? Tendremos que “aprender a discernir las oportunidades no realizadas que duermen en los repliegues del presente.” (Gorz, A.; Miserias del presente, riqueza de lo posible). Los alumnos nos hablan de lo que pasa en nuestras instituciones aunque el lenguaje adopte forma de estadística: Chicos grandes en los grados, repitencia, deserción. Es posible que muchos debates sobre las Necesidades Humanas Fundamentales, conlleven la falta de comprensión empírica del tema, reconocer que estamos tratando sobre situaciones familiares concretas.
La adolescencia de los pobres es de carácter más vulnerables que las de los demás grupos sociales. El trato social se regla de acuerdo a su mayor o menor grado de inclusión social. Sus carencias y desventajas juveniles pueden transformarse en privaciones y desventajas definitivas. Un “adolescente vulnerable es un firme candidato a ser un adulto excluido” (Kessler, G.; Adolescencia, pobreza, ciudadanía y exclusión). Debemos construir desde la escuela los espacios sociales que potencien el crecimiento social, emocional y escolar de los niños, sin dejar de contemplar las posibilidades reales de la familia. Hacer de la escuela “un ámbito que debe compensar las diferencias de origen ya que de lo contrario desiguala por los diversos puntos de partida en los que se encuentran ubicados los niños de diferentes grupos sociales” (Redondo, P. y Thisted, S.; Las escuelas primarias “en los márgenes”).
Juan Carlos Ramirez
Es un concepto socialmente compartido sostener que la escuela tiene como función especifica, diseñar e instrumentar actividades educativas. Sin embargo, no es la única función que la sociedad le otorga a la escuela hoy. Se le exige que atienda los problemas de una alimentación inadecuada, facilite los medios para colaborar en la vestimenta de los niños, detecte problemas de salud, contenga afectivamente, mantenga a los chicos fuera de las calles el mayor tiempo posible, enseñe valores, dinamice la participación de las comunidades, capacite a sus docentes y además, enseñe procedimientos y contenidos conceptuales. Lejos esta la escuela de hoy, de limitarse a las definiciones que nos brindan los diccionarios: “Establecimiento público donde se da la primera enseñanza.”
¿Qué podremos hacer? ¿Es necesario contextualizar la enseñanza, elaborando proyectos para cada particularidad? En cuanto la relación docentes y alumnos: ¿Hay que privilegiar al grupo o al individuo? Tendremos que “aprender a discernir las oportunidades no realizadas que duermen en los repliegues del presente.” (Gorz, A.; Miserias del presente, riqueza de lo posible). Los alumnos nos hablan de lo que pasa en nuestras instituciones aunque el lenguaje adopte forma de estadística: Chicos grandes en los grados, repitencia, deserción. Es posible que muchos debates sobre las Necesidades Humanas Fundamentales, conlleven la falta de comprensión empírica del tema, reconocer que estamos tratando sobre situaciones familiares concretas.
La adolescencia de los pobres es de carácter más vulnerables que las de los demás grupos sociales. El trato social se regla de acuerdo a su mayor o menor grado de inclusión social. Sus carencias y desventajas juveniles pueden transformarse en privaciones y desventajas definitivas. Un “adolescente vulnerable es un firme candidato a ser un adulto excluido” (Kessler, G.; Adolescencia, pobreza, ciudadanía y exclusión). Debemos construir desde la escuela los espacios sociales que potencien el crecimiento social, emocional y escolar de los niños, sin dejar de contemplar las posibilidades reales de la familia. Hacer de la escuela “un ámbito que debe compensar las diferencias de origen ya que de lo contrario desiguala por los diversos puntos de partida en los que se encuentran ubicados los niños de diferentes grupos sociales” (Redondo, P. y Thisted, S.; Las escuelas primarias “en los márgenes”).
Juan Carlos Ramirez
Comentarios
Mirta dijo...
Es interesante lo que escribís Juan, sòlo que tiene muchos recortes. Yo tomo el que corresponde a la educación y los educadores. Los efectos que se le asignan a los adolescentes, también lo padecen los docentes. La vulnerabilidad no es un signo de este tiempo, pero sí la forma en que cada uno necesita hacer público su malestar. Los videos, blogs, diarios, y otros, son un complemento a las histéricas manifestaciones de lo que sucede dentro de un aula, en la puerta de la escuela, en el patio de la escuela, en los EOE, en las direcciones. Todos quieren ser comprendidos en SU lógica, y aceptados sin confrontación. Si algo estamos aún elaborando es la discusión, la exposición de ideas y la profundidad del pensamiento compartido. Y lo estamos recuperando después de 30000 muertos. Nada menos.
Es interesante lo que escribís Juan, sòlo que tiene muchos recortes. Yo tomo el que corresponde a la educación y los educadores. Los efectos que se le asignan a los adolescentes, también lo padecen los docentes. La vulnerabilidad no es un signo de este tiempo, pero sí la forma en que cada uno necesita hacer público su malestar. Los videos, blogs, diarios, y otros, son un complemento a las histéricas manifestaciones de lo que sucede dentro de un aula, en la puerta de la escuela, en el patio de la escuela, en los EOE, en las direcciones. Todos quieren ser comprendidos en SU lógica, y aceptados sin confrontación. Si algo estamos aún elaborando es la discusión, la exposición de ideas y la profundidad del pensamiento compartido. Y lo estamos recuperando después de 30000 muertos. Nada menos.
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