Las ideas socialmente dominantes en la pasada década tendieron a hacernos creer que por tener relaciones carnales con un imperio, nuestro país se transformaría en imperialista y pasaría a integrar el ansiado Primer Mundo. En tanto, se llevaban adelante brutales transferencias de ingresos que empobrecieron materialmente nuestras vidas a la par que nos agotaron espiritualmente. Entre las políticas empleadas con tal fin se utilizaron el anular las utopías, se cancelaron las esperanzas, se engañó a los jóvenes haciéndoles creer que no era posible cambiar nuestro sino y hoy están convencidos que ni el trabajo es el camino, ni los estudios son las herramientas.
La Escuela, como institución, sirve tanto para reproducir las condiciones sociales de la sociedad en un por venir, como para transformarla. Hoy clamamos por retomar valores que desde el Estado no hemos enseñado, que los jefes de familia han abandonado y en el que los jóvenes, no creen.
Nostalgiosos del pasado, adhieren a la leyenda que encuentra Dorothy en la entrada del castillo de la bruja en El Mago de Oz: “Yo que tú, desandaba lo andado”. Parece lógico que si éste camino no nos conduce a lo ansiado por la sociedad, volvamos sobre nuestros pasos. Nuestros políticos parecen jugar con esta idea y nos prepararon cambios mágicos. Éstos consistieron en cambiarle el nombre al 3er. Ciclo de la E.G.B. y pasar a denominarlo E. S. B.; luego, como no surtió efecto lo redujeron a Escuela Secundaria, esperando seguramente que igual nombre conduzca a iguales resultados.
Tanto el filósofo alemán Johann C. Schiller como J. G. Fichte, dejaron sentado hace doscientos años que en el presente convergen las líneas del desarrollo histórico y que toda época es encarnación concreta de una idea. Estas pueden ser pautas para pensar y encauzar nuestro tiempo. No podemos volver hacia atrás y reproducir las condiciones sociales del pasado; la vida no es un laboratorio ni la historia es cíclica, es dialéctica.
Parece que estamos decididos a retomar caminos que parecieron adecuados para otra sociedad que transito el mismo espacio pero no nuestro tiempo. Nuestro presente nos exige dejar de sufrir melancolías por aquel “pasado glorioso”, por cosas que quizás, no nos sucedieron; y empezar a superarnos.
Por: Juan Carlos Ramírez
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