miércoles, 21 de septiembre de 2022

21 de septiembre

"Era la mañana apropiada para tan esperado día. Las chicas habían trabajado mucho: empanadas, pastelitos y tartas acompañaban en las canastas a las frutas y equipos de mate. Los preparativos para los picnic primaverales se disfrutaban tanto, como el picnic mismo. La partida, como siempre, fue poco puntual. La bullanguera bañadera, quizás conducida por Don Zanelli, se desplazaba por el desparejo camino. La calle Garibaldi (hoy P. Pravaz), se encontraba flanqueada por paraísos que comenzaban a pintar de verde un paisaje que tras pocas cuadras, enriqueció por su policromía. 
Las vacas no dejaban de acompañarlos con su mirada. Imposible ignorar el paso de un vehículo no tirado por mansos pero fuertes caballos, como los que diariamente por el mismo camino, transportaban los tarros de leche a la estación. Acamparon a las orillas del río Matanza o de Los Remedios, como se lo supo llamar por encontrarse en esas tierras la estancia de igual nombre, la que cobijo la primera capilla en la región (1758). 
No muy lejos de allí, aguas arriba, algunos jóvenes de T. Suárez se reunían también para disfrutar de un chapuzón. El tranquilo cauce estaba bordeado por sauces, bajo cuya protección se extendían los manteles cual improvisadas mesas. Al trinar de los pájaros y de las exclamaciones variadas de las chicas, se les sumo el griterío alentador para los equipos que se disponían a enfrentarse en un picado."
Me es imposible no recordar los picnic de otras juventudes, más cercanas en el tiempo y que me atañen directamente. Ver el desfile por la calle French camino a la "Laguna de los perros", pasar el día cerca de las pista en dónde levantaban vuelo bimotores, cuatrimotores, avionetas y los sorprendentes aviones "a chorro", los de turbina como los Comet IV que integraron nuestra línea de bandera a partir de 1959. En épocas de la primaria, los picnic eran al Monte de la Viuda, con su hermosa arboleda y en donde podíamos chivatear tranquilos bajo la mirada distendida de nuestras queridas maestras.

No fueron pocos los 21 de septiembre que nos encontraba en los bosques de Ezeiza con toda su belleza e historias acumuladas de amores juveniles. Regresábamos muchas veces caminando dado que los "Flecha" no daban abasto; cansados y contentos. Algunos viejos me han contado de los encuentros en el bosque que se encontraba frente al edifico municipal en la calle Avellaneda. Uno de los eucaliptos de aquella época pudo sobrevivir hasta hace poco, cuando el desatino de los funcionarios creyeron que no se podía interponer en una senda para bicicletas y tuvieron la osadía y enorme torpeza de matarlo.
Recuerdo con mucho afecto, un picnic organizado por la parroquia de Ezeiza al casco de las hermanas Estevecorena, quienes generosamente abrían su propiedad para que los niños pudiéramos disfrutar de su estanque australiano, admirar el grandioso palomar y disfrutar de su entorno tan cuidado. También la familia Peña, invitaba a los niños que acudían a la parroquia, para ir una vez al año a pasar el día en el parque de su mansión.
Recuerdos, solo recuerdos, que a muchos, nos acompañan toda la vida arrancándonos sonrisas plenas de ternura..

Por: Juan Carlos Ramirez Leiva

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