Esteban Laureano Maradona nació en 1895 en Esperanza,
Santa Fe, donde su padre se encontraba circunstancialmente para inaugurar el
Primer Congreso Agrícola del país. Fue el noveno hijo del matrimonio de
Encarnación Villalba y Waldino Maradona, sanjuanino amigo de Domingo Daustino Sarmiento que había llegado a ser senador de Santa Fe, maestro, periodista y productor
rural. Era descendiente de Plácido Fernández Maradona,
gobernador en varias ocasiones y ministro de Nazario Benavidez, y de José Ignacio Fernández de Maradona,
jesuita y primer diputado electo por el pueblo de San Juan al
ser reputado como el “mejor probidad”
ante la Junta Grande (1810-1811)
y responsable de que en 1811 se sancionara el decreto que extinguía el tributo
que pagaban los indios a la Corona. Ambos eran hijos de los españoles Francisco
Fernández de Maradona y Francisca Arias de Molina y Jofré, arribados de San Pedro de Arante en el año 1748 (Juan Manuel Cervera;
Waldino B. Maradona, un civilizador de provincia).
La mamá de Esteban Maradona se llamó Petrona
Encarnación Villalba Sosa y era hija de Esteban Villalba, santiagueño, estanciero. Este
había trabajado a cargo del cuidado de la hacienda de la familia Ezeiza,
quienes al regresar al país de su exilio, encontraron que no solo Villalba
había cuidado su hacienda sino que la había duplicado. En agradecimiento, los
Ezeiza le pagaron con patacones de plata, lo que le permitió comprar varias
hectáreas por la zona de Barrancas y Coronda (Sta. Fe).
Cerca de allí, en Esperanza,
nació Esteban Laureano Maradona Villalba, el 4 de julio de 1895. Años después, la familia se trasladó a la estancia “Los Aromitos”, en Barrancas (Sta.
Fe), que su abuela había heredado sobre las costas del Río
Coronda. Para cursar sus estudios secundarios, Esteban Laureano se trasladó a
la capital provincial y luego a la Capital Federal para estudiar medicina en la
Universidad de Buenos Aires. Supo contar que: “No me gustaba ese aire elitista y aristocrático que tenía la
universidad de aquel entonces. Los estudiantes iban con galerita, y yo, como
buen rebelde, aparecía por las aulas con un enorme chambergo de tipo criollo”.
Entre sus maestros se encontraron Bernardo Houssay, Pedro de Elizalde, Nerio
Rojas, y Gregorio Aráoz Alfaro. En el libro Doctor Maradona (Justo
Lindor Olivera) consta que el original del diploma, en poder del Dr. José
Ignacio Maradona, data del año 1930 (libro 5, folio 30, número 239).
Ya graduado viajó a Resistencia (Chaco, en aquel
entonces capital del Territorio Nacional del Chaco), en donde instaló un consultorio y se dedicó al
periodismo entre 1931 y 1932, dictó conferencias sobre diversos temas como
lepra, lactancia e incluso sobre los accidentes de trabajo, lo que le granjeó
enemistades por asesorar a los trabajadores sobre cómo defender sus derechos. Viajó
a la Isla del Cerrito, donde la lepra hacía estragos e impulsó la construcción
de un lazareto, además de estudiar su botánica.
Supo declarar: “Los capitalistas me tenían entre
ojos, y como yo atacaba al gobierno militar del señor Uriburu, la policía me
perseguía”. Partió entonces rumbo a Paraguay donde comenzaba la Guerra
del Chaco Boreal. Ofreció sus servicios de médico y, aunque pasó un tiempo en
prisión sospechado de espionaje, pudo ejercer su profesión en el Hospital Naval
de Asunción, donde fue designado director, redactó el reglamento de Sanidad
Militar del Paraguay y tuvo tiempo para ocuparse de la colonia de leprosos de Itapirú.
En Asunción, se enamoró y se comprometió con la que
fue la única novia que se le conoce, Aurora Ebaly, sobrina del presidente paraguayo.
Esta muchacha de apenas 20 años, falleció de fiebre tifoidea el
31 de diciembre de 1934. “Lo único que me
retuvo en el Paraguay fue la guerra. Tanto sufrí con su muerte que nunca más me
volví a enamorar”, recordaría años más tarde.
Corría el año 1935 cuando regresaba en tren desde
Paraguay. Pensaba hacer escalas en Salta, Jujuy, y Tucumán (allí vivía su
hermano Juan Carlos, intendente de la capital provincial), y por último
instalar un consultorio en Lobos (Buenos Aires),
donde vivía su madre. Aquel 2 de noviembre su vida cambiaría en la estación
formoseña “Km 234” del paraje Guaycurú, también llamado Estanislao del Campo (Territorio Nacional de Formosa, hoy Formosa).
Recordaba: “Un
grupo de personas preguntaba a voz en cuello si algún pasajero se animaba a
asistir a una parturienta en estado de gravedad. (…) Tomé mi maletín. Subí a un
sulky. De las riendas tiraba una mujer cincuentona. (…) El parto fue difícil.
La parturienta en verdad estaba grave. Se llamaba Mercedes Almirón y a mano
saqué a esa criatura, una nena”. Cuando regresó a la estación a comprar un
pasaje para el siguiente tren se encontró con una multitud que reclamaba sus
servicios. Recordaba: “De golpe me vi
rodeado por un indiaje astroso, bárbaro. Patente recuerdo algunos rostros como
de animales chúcaros, ariscos, y, al mismo tiempo graves, profundamente
necesitados. (…) Puedo ver esos rostros con absoluta nitidez: narices, lóbulos
de las orejas mutiladas con tatuajes; manos como de cuero se me extendían
suplicantes. Me arremangué, empecé a atender y me quedé con ellos…”.

La escala en aquel lugar se extendió por más de
cincuenta años, donde el médico, filántropo, naturalista y escritor, vivió austeramente,
sin luz, gas, ni teléfono, atendiendo a los pobladores, muchos de ellos
aborígenes. En 1986, con 90 años de edad, enfermó y debió trasladarse a
la ciudad de Rosario, donde vivía su sobrino. Llegó en un estado
calamitoso, por lo que debió internarse en un hospital. Ya de alta, se quedó a
vivir con la familia de su sobrino, de donde no se mudaría más. En sus últimos
años recibiría muchos homenajes y distinciones y no aceptaría ningún tipo de
pensión vitalicia. Murió de vejez el 14 de enero de 1995, a los 99 años,
en Rosario. Sus restos se guardan en la ciudad de Santa Fe, en el panteón familiar.
El 27 de junio de 2001, el Congreso de la Nación sancionó la ley 25 448,
instituyendo el 4 de julio como
Día Nacional del Médico Rural, conmemorando el natalicio del doctor Esteban
Laureano Maradona.
Juan Carlos Ramirez
Leiva
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