Los 27 años transcurridos desde aquel 2 de abril de 1982 permiten consensuar que fue una guerra absurda, una aventura criminal, según quedó demostrado en los procesos abiertos posteriormente. Las Fuerzas Armadas, responsables primeras pero no únicas, comenzaron por entonces un acelerado proceso de búsquedas de chivos expiatorios, limitadas a defender el secreto mafioso de las acciones aberrantes y de las desapariciones de personas.
El Ejército argentino moderno nació en dos guerras infames: la de la Triple Alianza y la de la llamada “conquista del Desierto”. En los dos casos se buscó la apropiación territorial con el fin de repartir las tierras entre los dueños del poder. El ejército de las leyendas escolares, murió cuando se dejó a San Martín abandonado en Guayaquil. Nuestro Ejército se forjó en la represión de los primeros de Mayo a comienzos del siglo pasado, en la Semana Trágica; en la Patagonia Rebelde; en la matanza de los quebrachales, en los golpes de Estado; los fusilamientos de anarquistas, de obreros, en los bombardeos aéreos a los civiles en Plaza de Mayo, en Trelew, en la Triple A, y en la masacre sistemática, planificada, que comenzó el 24 de marzo de 1976, secuestrando, torturando, violando, robando bebés a sus madres en cautiverio, para después asesinarlas.
Recuerda el columnista Carlos Abel Suárez que Jorge Luís Borges decía, pocos meses después de la capitulación de las tropas argentinas, que “la de Malvinas fue una guerra entre dos calvos que se disputaban un peine”. Y agregaba: “los militares argentinos que gobiernan actualmente son ignorantes e incompetentes, y mucho más peligrosos para sus compatriotas que para el enemigo”.
Malvinas no fue improvisación
Entre 1977 y 1982, la Argentina compró armas por unos 2.000 millones de dólares; durante la guerra de Malvinas –cuando estaba vigente el bloqueo– se gastaron millones de dólares en la compra de armas a Israel, mediante una operación de triangulación con el Banco Ambrosiano, del cardenal Marzincus. No se trato de la ocurrencia de un general borracho, en la estrategia misma de la dictadura estaba desde el inicio, el conflicto territorial. Ya en 1979 se estuvo a punto de llegar al enfrentamiento bélico con Chile, lo que hubiese significado pérdidas humanas superiores a las de la guerra de Malvinas. La Central obrera intuyo los acontecimientos que se desarrollarían, anticipadas por el diario La Prensa, porque no debe dejarse de lado la consigna de Paz, Pan y Trabajo, en el paro y movilización del 30 de marzo de 1982.
La oposición
A fines de abril comenzó a circular un folleto titulado: ¿La verdad o la mística nacional? Estaba firmado por el Círculo Espacio Independiente, perteneciendo la autoría a Carlos Alberto Brocato, un intelectual de larga trayectoria en la lucha sindical. La nota, reproducida por el semanario Nueva Presencia, denunciaba que Malvinas se monto sobre tres falacias: La falacia de una soberanía nacional, que escondía la evidencia de que el pueblo había sido despojado del ejercicio soberano del poder, en tanto llamaban soberanía a una cuestión territorial. Aquellos que no se inmutaban ante el remate del patrimonio nacional y que habían llegado al poder matando y sometiendo, se constituían en intérpretes y representantes de la soberanía. Una segunda falacia se montaba en relación al colonialismo, proponiendo que se trataba de la dictadura de un país oprimido que enfrentaba a un imperio colonial, por lo que era una guerra justa y tenían todos que aliarse a los genocidas torturadores. Y la tercera falacia es que se habían agotado los tiempos de la negociación; patraña en la que entró toda la dirigencia política argentina.
Juan Carlos Ramirez
Afortunadamente, la historia sirve a algunos para no caer en los errores pásados, pero siempre hay quién desoye los consegos y juega a ser Dios decidiendo por todos los demás. Eso nunca lo podremos evitar.
ResponderEliminarGracias por tu comentario en mi blog, has sido el primer desconocido que se ha molestado en leer lo que escribo.