Como yo no estaba jugando, el “enojado” no me echó, pero me dijo a los gritos; “y vos que mirás con esa cara de estúpido”. Y siguió diciendo: “si no te gusta lo que ves, te podés ir vos también”. Tuve que irme dado que la expresión de mi cara y algunas palabras posteriores, revelaban mi parecer sobre la conducta de mi amigo el “enojado”, el que con un portazo fuertísimo, casi hace desaparecer mis talones que, con rapidez trataban de alejarse de esa maldita puerta pesada y ruidosa que se acercaba peligrosamente hacia mi. Me fui si, pero antes le grité a mi amigo: “mal jugador”
Resulta que cuando llego a mi casa sintiendo todavía el viento producido por la puerta de mí amigo el “enojado” y, ese dolorcito en mis talones producido por la misma puerta en esa parte tan sensible para Aquiles, prendo la T.V. para mirar un noticiero y me entero del golpe de estado en Honduras. No se la razón, pero se cruzaron en mi mente los golpistas Hondureños y mi amigo el “enojado”. Entonces me pregunté cuál era la razón de esa rara relación. Enseguida llegué a una respuesta con este razonamiento:
Los golpistas Hondureños son también malos jugadores, dado que en Honduras hay un reglamento que se llama Constitución y leyes. Con estos reglamentos se juega a un juego que se llama “República y democracia”. Al principio están todos de acuerdo y con felicidad se ponen a jugar. Pero en eso!!!!!,….. cuando uno o varios dentro lo reglamentario, no les gusta los resultados que denota el desarrollo del juego, patean o tiran el tablero, paran el juego, niegan o descalifican el reglamento y echan a los otros jugadores. En el caso de que los otros jugadores hayan hecho trampas (lo que si puede enojar mucho), el mismo reglamento instruye cómo sancionar a los infractores sin necesidad de tirar el tablero y acabar con el juego.
También pensé en algunas reacciones infantiles (berrinches, llantos, enojos, etc., debido a que se está perdiendo un juego), propias de la inmadurez evolutiva, totalmente comprensibles, previsibles y bienvenidas para aprovecharlas como momento educativo para el niño. Es entonces el momento de hacer ver al niño, sobre el valor de los reglamentos previamente consensuados, y de la necesidad del respeto por ellos.
De todas maneras violar los reglamentos acordados democráticamente es una defraudación muy grave, consistente en que antes del juego, todos estamos de acuerdo con el reglamento (incluso en muchos juegos, los mismos jugadores diseñan los reglamentos que luego alguno viola -igual que en el juego republicano y en el juego del golpe de estado - ). Pero algunos dicen: si estoy perdiendo dentro de la ley del juego, descalifico al mismo y a sus reglamentos, tiro o pateo el tablero con todo lo que está encima de él y hecho a los demás jugadores; no juego más y hago un juego a mi medida, con los que juegan como yo y no me contradicen.

Cuantas cosas pasaron por mi mente en ese momento. Cuantas vidas se perdieron en otros juegos democráticos versus totalitarios en nuestra America Latina. Cuantos reglamentos violados y cuanta gente echada a patadas de sus propias casas y países. Cuántos intereses ocultos eran las razones de la vulneración de los reglamentos previamente acordados y glorificados como símbolos nacionales. Cuánta mezquindad, falta de solidaridad, intolerancia y cinismo existía en el interior de algunos jugadores aparentemente respetuosos de las normas previamente acordadas con juramentos ante Dios.
Por: Tiempo de Juego (www.tiempodejuego.com.ar)
Te diste cuenta que generalmente el que patea el tablero, es el dueño de la pelota o en este caso de la casa.... Da para pensar... no??? María Amelia
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