El 10 de junio conmemoramos la firma de un histórico decreto que manifestó oficialmente, la firme e irrenunciable vocación de ejercer soberanía sobre nuestros sureños territorios insulares. Con la rubrica del gobernador Viamonte se estableció en 1829, la creación de la Comandancia Cívico Militar de las Islas Malvinas. Se nombró a don Luis Vernet como gobernador, el primer gobernador de Malvinas, con el fin de evitar la acción impune y depredadora de las naves estadounidenses e inglesas. A partir de la presencia militar, las naves que incursionaban en nuestros mares con el propósito de cazar ballenas, lobos marinos y focas, debieron registrarse y pagar un arancel a nuestro país. Las poderosas flotas extranjeras no perdonaron la osadía de impedir que satisfagan sus intereses económicos sin costo alguno y el resultado fue que primero fueron los estadounidenses los que bombardearon la base en Malvinas y posteriormente, Gran Bretaña decidió invadir y desalojar por la fuerza a las autoridades argentinas allí legítimamente establecidas. Desde aquel enero de 1833, Argentina no ha dejado de reclamar internacionalmente la usurpación. Lo ha hecho constantemente por todos los medios valederos, menos uno. La trágica decisión de la dictadura que se estableció en nuestro país el 24/03/1976, al declarar una guerra inconsulta envió a la muerte a cientos de jóvenes sin que los que tomaron esa absurda medida, arriesgaran mínimamente sus vidas. Hoy tenemos el deber y el derecho de honrar a quienes ofrendaron sus vidas para recuperar lo que el poeta llamó: Nuestra “hermanita perdida”. Hoy, bajo gobiernos democráticos, seguimos reclamando nuestros legítimos derechos con firmeza, con vocación, con respeto por quienes nos precedieron pero con respeto por la vida.
Por eso se ha establecido el 10 de junio como el Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Islas Malvinas y Sector Antártico Argentino (la ley 20.561 fue aprobada en 1973, durante el gobierno del General Juan Domingo Perón). Estamos validando la memoria, expresando la misma firme decisión de todo argentino, recordando que las Islas Malvinas, son y serán argentinas.
Los bomberos son personas de una fuerte vocación que suele manifestarse a muy temprana edad, especialmente si hay un cuartel cerca de su domicilio. Tal es el caso de Hernán Banchero, quien relata que “Llegaba de la escuela y lo primero que hacía, iba al cuartel”, desde que tenía unos diez años. Se vinculó con la profesión al comienzo de la década de 1980, recibió su licencia en 1987 y no paró hasta ser Jefe de Bomberos del Destacamento N°2 de Ezeiza; destacamento que vio nacer y destacamento que lo vio crecer “como persona y profesional”. Ezeiza, bajo la jurisdicción municipal de Esteban Echeverría, no contó con una unidad de bomberos hasta el 3 de junio de 1980, cuando la familia Aranda facilitó un predio para ese fin sobre la Ruta nacional Nro. 205 (hoy Av. Néstor Kirchner), entre José María Ezeiza y Crisólogo Larralde. Para 1982, ya estaban en su lugar propio, sobre Balcarce casi esquina Tucumán, al lado de la casa de la abuela de Hernán Banchero. El “Zurdo” Alejandro Javier Cáceres, no olvidó jamás que su primer intervención fue el 10 de diciembre de 1988 en Ezeiza, en un incendio de pastizales, junto a Horacio Bottaro. Recuerda que la gente los convido con empanadas hechas por una señora mayor. Los Bomberos Voluntarios de Tristán Suárez y Carlos Spegazzini, cumplieron 47 años al servicio de la comunidad. Horacio Rodríguez, hoy presidente de la
Comisión Directiva de los Bomberos de Tristán Suárez y Carlos Spegazzini, pertenece a la primera camada de voluntarios, de aquel 7 de abril de 1974. Cuentan que la unidad ya lleva realizado más de 35 mil procedimientos de incendios y situaciones de riesgo. Cuando los integrantes del Tribunal que juzgaron los crímenes cometidos en el centro de detención clandestino El Vesubio, llenaron de preguntas a Daniel Aníbal Cassimelli, lo que querían conocer era qué había pasado en aquel amanecer de mayo de 1977, cuando alguien llamó al Cuartel de Bomberos de Monte Grande para ordenar que fueran a levantar dieciséis cadáveres de una casa sobre el bulevar Buenos Aires (entonces Uriburu). Para esos tiempos, se había convertido en cosa normal el “ir a buscar cadáveres a las casas o Ezeiza.” Daniel era bombero voluntario del cuartel de Monte Grande y trabajaba durante el día en el Centro Atómico de Ezeiza. Ya le había tocado cargar el cuerpo de Silvio Frondizi cuando lo asesinaron y tiraron su cuerpo en los bosques de Ezeiza, así como ir hasta una casa del Camino de Cintura a buscar otros tres muertos de la represión. Cassimelli contó que habían pensado en “poner un cartel que dijera prohibido tirar cadáveres”. Claro que acorde a estos tiempos y después de no ardua lucha por la igualdad, las mujeres también pasaron a integrar las dotaciones de bomberos y nuestros destacamentos no se quedaron atrás en ello. Cuando en enero de este año se desató un gran incendio de pastizales, tres mujeres formaron parte de las 7 dotaciones de bomberos que combatieron el feroz incendio en Canning. Una de ellas fue María del Carmen, perteneciente a la división de bomberos de Ezeiza, quien supo contar que: "Estamos acá por gusto, por pasión. Es muy difícil de explicar. Nos vamos lastimadas, cortadas, con calor, pero estamos. Es una pasión", aseguró. Pionera en Ezeiza fue la oficial Aida Hermo (su viudo también es bombero), quien viviera sobre la calle Echeverría a metros de la barrera de P. Pravaz. No menciono otras mujeres bomberos por miedo a olvidarme injustamente de algunas. Pero si vaya nuestro eterno agradecimiento a quienes dejan a su familia y arriesgan su vida por el prójimo.