
Los pueblos que anteponen erigir templos relegando la prioridad de levantar y mantener sus escuelas, merecen al menos una reflexión sobre las declamadas importancias otorgadas a la educación formal. En lo que va del Siglo XXI, no se han levantado en nuestro Distrito Ezeiza ninguna escuela primaria ni secundaria, no se subsidia al único Instituto Superior de Enseñanza que forma profesores para la escuela secundaria y que desarrolla sus actividades gracias a la voluntad de los docentes cooperativistas; tampoco se termina la escuela especial.
Todos los docentes, y cualquier padre en ejercicio efectivo, conocen que nuestros alumnos se sientan en el suelo por falta de sillas, que las escuelas se llueven por dentro, que no existen baños para discapacitados ni baños para docentes. Nuestros alumnos reciben una merienda magra, no hay bibliotecas en las secundarias que se levantaron en terrenos de escuelas primarias. No tienen patios cubiertos y los existentes, se encuentran en reducción constantes de su superficie porque se levantan aulas precarias en ellos, limitando el área de esparcimiento y el lugar en donde los profesores de Educación Física desarrollan sus labores durante la mayor parte del año.
No me opondría jamás a que se levanten templos, católicos o no. No esta mal la acción de erigirlos para fortalecer la Fe. Lo que si es altamente cuestionable que se los priorice antes que las escuelas formales. Quizás sea premonitorio, quizás se nos trate de dar un lugar apropiado para ir a llorar cuando nuestros jóvenes no puedan cambias las realidades, porque no le hemos brindado los espacios y cuidados para desarrollar las competencias adecuadas. Y ese resultado sí será el logro de políticas de estado planificadas con ese fin, llevadas adelantes por el Estado Nacional, gobiernos provinciales, desidias municipales, y sociedades perezosas e irresponsables que no cuestionan las decisiones ni las prioridades de sus dirigentes.
Por Juan Carlos Ramirez.
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