domingo, 2 de marzo de 2014

¿Hay equipo?

No ignoramos las ventajas de trabajar en equipo, cuando diseñamos estrategias para un mejor desempeño. Sin embargo, a la hora de poner esta propuesta en marcha o al momento de evaluar logros, encontramos que a veces no hicimos un uso adecuado de esta herramienta de gestión, o sencillamente, no formamos un equipo sino tan solo un grupo.
El modelo Taylor dejó de ser eficiente, ya no basta con el principio básico de buscar el “hombre correcto para el puesto correcto”, en donde el director tiene el control de la información y los docentes solo tienen accesos parciales a las razones de las directivas. Tampoco podemos desentendernos del resultado de las interacciones humanas, ni solo usufructuar las ventajas de los acuerdos ignorando ex profeso las contrariedades de los desencuentros.
En un mundo que ha globalizado y facilitado la difusión de conocimientos, ya no es imprescindible que el director lo sea por conocer más, sino porque sabe como generar más conocimientos, y esto se realiza a través de las ideas, en el esfuerzo creativo y de reflexión. Por tanto, ampliar la base de quienes tienen la responsabilidad de generar estrategias para enfrentar los desafíos cotidianos, es apropiado.
El resultado positivo del trabajo colectivo, implica el logro de superar divergencias relacionando las inteligencias individuales para inscribirlas en una dinámica colectiva común. Quien dirige debe compartir información, igual que los integrantes del equipo, quienes además, todos, tendrán que analizarla cooperativamente. Esto implica que los integrantes del equipo de conducción deben poseer habilidades de relaciones interpersonales con adecuados desarrollos emocionales; crear ambientes facilitadores de confianza, y superar mezquindades.
Superar el pensamiento único implica que los que asumimos responsabilidades de conducción, tenemos que atender la diversidad, la diferencia. Tenemos un uso muy limitado del concepto de construcción a partir de los desacuerdos, y ese es uno de los escollos más difíciles de superar porque el liderazgo ha de ser cooperativo, es decir, compartido, tanto las responsabilidades  como los logros del trabajo colectivo. Las discusiones tenderán a ser abiertas, trabajando y decidiendo conjuntamente, respetando una disciplina básica. Todo apuntara al compromiso, confianza, y responsabilidad.
Compartir los desafíos provoca menores tensiones, las decisiones encuentran una menor resistencia, se amplía la base de la responsabilidad en la búsqueda de alternativas para el problema a resolver, se cuenta con mayores conocimientos/información, es más gratificante al conseguirse mejores resultados; nos integra.
El objetivo del trabajo en equipo es incentivar inventivas, ensayar alternativas con esfuerzos mancomunados y espíritus solidarios. El esfuerzo mayor seguramente estará en el armado y puesta en práctica de un modelo de relaciones que integre capacidades y necesidades, que permita soñar, crear, y sentir que se es capaz de crear un mundo más satisfactorio para todos.

Juan Carlos Ramirez

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