Hugo
siempre quiso ser periodista. Era curioso, le gustaba aprender; fue un gran
conversador, ameno y agudo. Quizás esa pasión por saber, por preguntar y
repreguntar, la canalizó con sus estudios de filosofía, materia que supo enseñar
en el profesorado. Quizás la práctica de la conversación la heredó de su papá,
el peluquero del barrio. Pero Hugo quería ser periodista, y lo fue.
Apenas
terminó sus estudios en la secundaria, en diciembre de 1970, se propuso
conseguir trabajo, pero no un trabajo cualquiera. Desde sus quince años
intentaba trabajar de periodista y con ese propósito se animó y le escribió a
don Américo Barrios, a quien admirábamos. El reconocido periodista leyó con
interés su carta y le llamó la atención resaltando que siendo Hugo “perito
mercantil, dactilógrafo” y con dominio de “francés
y el portugués, de ninguna manera debe resignarse a aceptar un ‘trabajito’ en
cualquier lado. Usted es joven, y, como tal, dueño del futuro… en cuanto a su
vocación periodística bueno es que la cultive” sin olvidar “que el sueldo del periodista no alcanza
para vivir”, (4/10/1971). En una segunda carta, don Américo nota la firmeza
de su vocación y le aconseja “que abrace
esa profesión. Eso sí, no abandone usted, por ello, su carrera de abogado”,
proponiéndole a continuación que, aunque sea ad honorem, trabaje como cronista
en algún diario local. Y sin más, le dispara lo que Hugo buscará vivir: “le permitirá estar en contacto con la
redacción y la calle que son los lugares donde se forjan los buenos
periodistas”, (28/10/1971). En una tercera misiva se alegra de sus
progresos, pero le llama la atención por no “percibir
la más mínima remuneración”, en las colaboraciones periodísticas que ya
hacía Hugo (17/06/1972).
El
joven y audaz Goncalvez, diecinueve años, no solo se escribía con los maestros
del periodismo nacional, en tiempos no muy lejanos de aquellos en que colaborábamos
en una revista parroquial, quería jugar en primera, y no lo amilanaba la falta
de remuneración; él quería ser periodista y lo estaba siendo. El Primer
Secretario de la embajada de los Estados Unidos, John L. de Witt, se disculpó
porque el embajador Sr. John Davis Lodge no podía concederle una entrevista exclusiva,
pero se puso a disposición junto con el secretario Richard McCloskey, para que
Hugo los entreviste (notificaciones de la Embajada de los Estados Unidos del
12/07 y del 20/10/1972). Eran épocas de la guerra de Vietnam.
El
joven periodista no se amilanaba ante los personajes de nuestra historia y es
por esa actitud, que Héctor Cámpora (h), le comunicó por nota del 15/05/1973,
que “el Presidente electo de la
República, doctor Héctor J. Cámpora, ha debido suspender todas las entrevistas”,
diez días antes de asumir la Presidencia de la Nación.
Hugo
quería saber, y contar. Con ese fin el Director General de Prensa de la
Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación, don Cesareo González
Blanco, le concedió una entrevista el 9/05/1974. Recordaba que era “un viejito muy bueno, de esos que uno los
ve y parece estar más allá del bien y del mal”. Esa fue la primera vez que
ingresó a la Casa Rosada y tuvo la alegría de conocer la Sala de Periodistas de
la Presidencia, cincuenta y dos días antes de que el Presidente Juan D. Perón,
falleciera. Meses después, cursara correos con José María Villone, Secretario
de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación.
Hugo
no se conformó con colaboraciones únicamente y fundó el periódico “La Verdad” mientras se desarrollaba la
Guerra de Malvinas. Fueron sólo tres números (el cuarto quedó en imprenta),
pero la experiencia que ganó junto a su socio, el recordado Daniel Filloy, le
abrió las puertas del diario La Prensa,
a través de una invitación que firmó el mismo Máximo Gainza (director).
Una de
las satisfacciones en su devenir periodístico epistolar, fue su contacto con
Mónica Cahen D’anvers (por ese entonces era Mihanovich). La conoció en el
famoso Montegrandazo, histórica
revuelta vecinal contra la dictadura de turno (6/10/1970). Por ese entonces
Hugo trabajaba en el diario Notas y
Noticias, que dirigía el querido Julián Sánchez (luego Sánchez Parra). Hugo
era periodista e inmediatamente le pidió una entrevista, la que le fue
concedida por nota del 2/12/1970. Gracias a esa carta pudo concurrir varias
veces al canal, a ver a Mónica.
Con
Hugo, en uno de los tramos de nuestras vidas, nos habíamos reservado un día a
la semana para caminar juntos y conversar sobre temas varios, siempre
salpicados de desencuentros filosóficos y de picante humor. Fue un hombre de
principios y también de acción, esta pequeña historia epistolar de su vida
periodística es una muestra. La comunidad le debe ser el creador intelectual de
la Universidad de Ezeiza. Yo le debo el honor de su amistad.
Juan Carlos
Ramirez Leiva.