Comenzando a preparar materiales para el presente año, me encontré en la red con datos sobre Finlandia y su sistema educativo. Un dato ya resultaba altamente llamativo, solo un 0.3%, solamente cinco de cada 1.000 alumnos recursan algún tramo de sus carreras. Finlandia es un país pequeño, de sólo unos 5,3 millones de habitantes, con una distribución de recursos que la hace totalmente ajena a la Argentina.
En las páginas que hablan del sistema educativo finlandés, de las cuales hay publicadas en español por docentes que allí actúan, nos enteramos que los profesores están en constante contacto con el alumno y sus familiares, y que sus estudiantes disponen de un gran cantidad de elementos a su disposición. Ya en 1999, todos transportaban sus trabajos y fuentes en minidisc.
El profesor, pieza clave sólo discutido en Argentina, es ampliamente respetado. La vocación no es una elección, es una obligación. En educación primaria hay un docente cada 16 alumnos, y en la secundaria, hay un profesor cada 13 alumnos, con sueldos sólidos.
Como en el resto de países escandinavos, todas las esferas educativas se comunican en dos idiomas: el finés y un lenguaje optativo. De hecho, la televisión pública subtitula todos los programas al inglés, con lo que todos los miembros de la familia empiezan a familiarizarse desde los medios de comunicación con otra lengua ajena. La acreditación se alcanza tras superar cuatro pruebas obligatorias. Cabe señalar que no todo es bondadoso, ya que el país registra un elevado número de suicidios de adolescentes.
Obviamente, los sistemas educativos son tan pocos comparables como la distribución de la riqueza, y la responsabilidad ciudadana.
Elegí investigar sobre la educación en Finlandia cuando me entere que su presidente, la Sra. Tarja Halonen, hace cola en los cajeros y no pide ni se le conceden posibilidades de considerarse más igual que otros conciudadanos.
Por. Juan Carlos Ramirez
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