viernes, 2 de octubre de 2009

Acción y fracaso escolar

El proyecto escolar es un dispositivo de la modernidad que favorece el control; es de regulación, de poder, potencia lo individual sobre lo colectivo. Sin embargo, lo mejor que les puede suceder a nuestros niños, adolescente y jóvenes, es estar en la escuela. La pregunta es cómo debe ser ese estar. La respuesta correcta e inmediata es: aprendiendo; es decir, participando activamente con otros en una actividad cultural previamente organizada. Claro que en la realidad, esa participación con otros es solo una ilusión; en el aula, las actividades individuales son las que dominan el ambiente.
La idea de encuentro con la cultura, pensada por otros para otros, no es válida para todos esos “otros”. Son muchos los que resisten a ese dispositivo artificial llamado escuela. Mejor dicho: la escuela resiste, se opone a la voluntad de esos jóvenes, adolescente y niños. La escuela sigue siendo el lugar que marca la diferencia entre quienes la habitan y quienes nunca concurrieron. Es el mejor lugar al que puedan concurrir… aunque esta presuponga sujeción y que muchos de nuestros niños, adolescente y jóvenes sospechen, lo que ya otros confirmaron pero que nunca les divulgamos: la dudosa filiación entre ciencias y rutinas, prácticas e información que la escuela les propone (Baquero, R ; Terigi, F, 1996).
El Estado posee la potestad y la obligación de garantizar la escolaridad. La escolaridad es un derecho y la gradualidad, la permanencia y terminalidad, una obligación para la población infantil y adolescente. Pero esta terminalidad y más aun la gradualidad, se ven irrumpidas por el fracaso escolar definido en términos de repitencia, discontinuidad y abandono. Estos, determinan el futuro de muchos jóvenes puesto que, el proyecto escolar involucra decisiones sobre la vida de los sujetos, sobre sus márgenes de acción, sobre la manera que forjaremos su identidad ((Baquero, R ; Terigi, F, 1996).
El fracaso escolar deviene de la ruptura o incumplimiento del contrato didáctico, aquel que se define y establece entre docente y alumnos alrededor de un saber. Un contrato que rige un proyecto compartido de enseñanza y aprendizaje (Chevallard). El fracaso plantea que una de las partes abandono el proyecto compartido y ese fracaso suele darse en distintos escenarios de la escuela. El aula, el patio, la sala de docentes, la Dirección, suelen clausurar posibilidades de generar situaciones educativas que promuevan el desarrollo del niño, del adolescente, mediante la apropiación participativa y participación guiada (Rogoff). La comunidad de la escuela no siempre logra crear significados compartidos; pareciera que los contratos didácticos no tienen lugar para todos y menos aun para que los ven o vieron sus infancias desrealizada (Narodowsky, M). Otros fracasan por estar bajo sospecha de educabilidad, juzgándose su capacidad intelectual, la constitución familiar, su origen (Baquero, R.). A los bajo sospecha de poder “aprender” y a los “incorregibles”, la escuela no les reconoce sus conocimientos cotidianos, esos conocimientos que supieron reconstruir para lograr autonomía económica y cultural que les permite realizarse (Narodowsky, M.) como personas. La escuela niega la posibilidad de que los saberes adquiridos fuera de ella coexistan con los saberes escolares. Suele la escuela pretender sustituir lo aprendido en otros contextos por lo aprendido en la escuela.
El fracaso escolar sólo puede dibujarse sobre la grilla de la interacción de los procesos de desarrollo y aprendizaje de los alumnos en interacción con el régimen de trabajo escolar (Perrenoud, 1990; Lus, 1995, en Baquero 2000). Esta unidad de análisis (Rogoff), define y analiza la actividad o evento en la que se inscribe la situación de enseñanza en sus tres dimensiones: el aprendizaje, la participación guiada (donde los elementos de la cultura y valores del aprendiz tienen fuerte presencia), y la apropiación participativa que prepara para la participación en contextos no escolares.
Podemos definir participación guiada y apropiación participativa, considerando el primero como las actividades diseñadas para que los sujetos intervengan con otros desde la palabra, la observación y el compromiso que se pide asumir para con esa actividad. El segundo es el proceso por el cual el niño cambia e interactúa con elementos aprendidos en otras situaciones. El pensamiento no puede surgir como algo significativamente separado de la acción, las circunstancias y la meta (Baquero, R.; Limon, M. 2001). El aprendizaje, el desarrollo de los sujetos, se da en un ambiente de interacción, de colaboración entre pares y docente mediada por el lenguaje. Lo social y lo individual guardan una implicancia constitutiva en el proceso de apropiación participativa; es la situación, la actividad en su conjunto la que produce o deja de producir aprendizaje y este motoriza y dirige el propio desarrollo, entendiendo a este como un desarrollo culturalmente organizado (Baquero, R.; Limon, M. 2001). El “andamiaje” es una batería de actividades planificadas que sirven de apoyo a los menos expertos. Para el mentor de esta visión (Bruner), las interacciones son formantes, no solo activantes, definen la naturaleza de las funciones que se constituyen en ese desarrollo. El desarrollo de las funciones superiores es artificial, social, técnico, y la escuela lo da a través de interacciones humanas (Rivier, A. 2000). Tampoco el enfoque sociocultural suele estar presente en la cotidianeidad institucional, en nuestras aulas, en la sala de docentes, en las planificaciones y menos aun en la secuencia didácticas. El fracaso escolar se tornaría distinto si la consideración de lo colectivo en el aprendizaje y el carácter político en cuanto a la toma de decisión pedagógica, fuera otra. Si en la escuela, la mediación entre cultura y los niños, adolescentes y jóvenes fuera orientada mediante la participación guiada, la apropiación participativa y aprendizaje con múltiples situaciones de andamiaje, se colaboraría directamente con quienes les cuesta más desarrollar por si solos, las actividades planteadas por la escuela, por la cultura, posibilitando su desempeño autónomo cada vez con mayor precisión.

Síntesis del trabajo elaborado por la Profesora Rosana Sardón (ISFD Elvira J. R. de Voglino), para la Univ. Nac. de Lanús.

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