De las muchas Evita que la memoria ha construido, no podemos soslayar a la Dama de la Esperanza. No fue ésta la única primera cara que tuvo el mito Eva Perón en la historia argentina, pues paralelamente se afirmaba el mito de la Mujer Soberbia. Mientras unos agradecían sus donaciones, otros la denostaban por ello y remarcaban un resentimiento clasista y malas artes políticas. Así se la intento crear desde la Dama del Látigo, obra en la que se inspiró el musical Evita. De todas maneras, el amor por Evita duró más que el odio y ya fallecida, para muchos se transformó en Santa Evita.
En los años ‘70 fue la Evita Revolucionaria, la que había dicho ''hay que armar a la gente'', aunque lo expresara en un contexto muy distinto. De esa Evita, el historiador Martorell recordaba un dato nunca confirmado: que llegó a comprar 5.000 pistolas y 1.500 ametralladoras al príncipe Bernardo de Holanda para crear milicias de la CGT. Era una cara del mito posible en los años de agitación e ideales, pero terminó enterrada en la tragedia de los 70.
Esta la Evita de Ezeiza, la que trabajo para que los fieles cristianos del Barrio Nº 1 Justicialista tuvieran la parroquia Nuestra Señora de Loreto; la que eligió, adquirió y donó las piedras preciosas que se hallan incrustadas en el Santo Tabernáculo de esa parroquia. Hay quienes recordaban verla pasear en coche con la cabellera al viento, o paseando a caballo, o tomada de la mano con el General Perón en tierras que luego serían nuestros queridos bosques, e incluso esta aquel que cree recordar que paso una Navidad junto a los obreros que construían nuestro magnífico aeropuerto. Como dejar de lado a la Evita de los niños, la que contribuyó a la felicidad de Luís, Ramón Villalba y Nilda y Miguel del Arco, enviándoles una pelota de cuero con tiento, camiseta, pantalones y medias de fútbol (“Las vacas vuelan”, de Patricia C. Faure).
Sin embargo, la Evita que hoy aquí queremos rescatar, es la ciudadana María Eva Duarte, la que peleó por ampliar la Democracia, la que impulsó la Ley del Voto Femenino. Justa ley que concretó uno de los derechos fundamentales de la mujer y que es esencial para la democracia, aprobada el 28 de septiembre de 1947.
Juan Carlos Ramirez
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