Al Mundial de 1978 se lo puede intentar conceptualizar desde dos líneas que inevitablemente se encuentran entrelazadas: política y deporte. La dictadura militar necesitaba tiempo y se lo compro a la sociedad en un primer momento con “la plata dulce” y posteriormente jugando con el fútbol. Mientras se desmantelaba la industria, se sometía a la sociedad a vejaciones jamás pensadas y se endeudaba al país en una forma miserable, se invertían 520 millones de dólares en infraestructura mundialera (sin incluir los incentivos en los “inconvenientes” brasileños y peruanos).
Si bien el Mundial sirvió a la dictadura, también sirvió para que el mundo conozca a las Madres de Plaza de Mayo. Cuando los medios latinoamericanos habían perdido o abandonado su independencia, y gran parte del periodismo europeo se mostraba indiferente, un periodista holandés dio a conocer la lucha inclaudicable de las Madres. No fue tan comprometida la acción de la televisión francesa, cuya única condición para transmitir el mundial fue que liberaran a dos detenidos, únicamente.
Un gran sector de la población argentina no sintió al Proceso recurriendo a la estrategia de desvincularse del entorno social, ya porque tenía miedo o porque las cosas no le afectaban el ombligo. Sólo así puede entenderse que gritáramos los goles con tanta fuerza que por un tiempo tapáramos los doloridos gritos de quienes estaban siendo torturados, que glorificáramos al Mundial y a sus actores, y finalmente, que un respetable conciudadano como Sergio Renán haya filmado “La fiesta de todos” en medio de un descuartizamiento moral y material.
No existe terrorismo de Estado sin complicidad civil, y un cómplice sin par fue José María Muñoz. El Relator de América, nuestro ya fallecido ex vecino, impulsaba a las barras bravas a presionar a la Comisión Internacional que investigaba sobre las violaciones a los Derechos Humanos que se estaban llevando a cabo en nuestro país, para “demostrarles que los argentinos somos derechos y humanos”. Como figura contrapuesta podemos recordar a Caloi - Clemente, ganándole al poder a través de una simple pero no indiferente caricatura que demostró que como estaban las cosas, se podía disfrutar de las habilidades de la selección y desafiar el “orden” forzado tirando papelitos y rechiflando a la Junta Militar cuando se hacía presente en los estadios.
Por: Juan Carlos Ramírez
No hay comentarios:
Publicar un comentario