No es difícil reconocer que usamos la palabra Derecho con mucha facilidad, pero rara vez empleamos la palabra Deber. Para el filósofo Julián Marías (1998), incurrimos en pleonasmo cuando hablamos de los Derechos Humanos, porque que no hay más derechos que los humanos, no hay otros. No esta bien hablar de los derechos de los animales, los seres humanos tenemos Deberes para con los animales, que no es lo mismo. Parecería que evitamos hablar de deberes porque ello nos involucra directamente, preferimos hablar de derechos porque en ese caso, el problema es del otro (claro, salvo que nosotros seamos los afectados). Y olvidamos, que son los Deberes lo que sostienen a los Derechos, que de su armonía y correlación dependemos. El epistemólogo Mario Bunge sostiene que urge una declaración de Deberes y Derechos Humanos. Un término sólo adquiere significado en presencia del otro; se trata de opuestos complementarios, no de opuestos enemigos. Si a los jóvenes no se les respeta el derecho y el deber de ser responsable, ¿qué sociedad conformarán en su adultez?
La educación ha dejado de ser el patrimonio de grandes minorías e incluso, se accede en mayores porcentajes a una educación de nivel medio y superior. Pero paralelamente a este camino positivo, hay un descenso de la calidad evidente. Tenemos derechos a la educación, pero qué hay del deber de educar, y más aún, del deber de estudiar. Por ejemplo, hay una desorientación histórica pavorosa en las poblaciones estudiantiles. Por lo tanto como hombres, no sabrán de dónde vienen, no sabrán dónde están y no podrán saber hacia adónde podrían ir. El abandono del estudio de las Humanidades, impide entender la filosofía, porque no pueden conocer por qué se ha pensado de determinada manera primero y luego otra. No hay acceso a la riqueza histórica de la literatura porque no hay lectura posible en un sistema que permite que los niños accedan a estudios secundarios prácticamente ágrafos. Preocupa más al Estado afirmar que sus niños acceden a la escuela secundaria, antes de aceptar que se les negó el derecho a sus estudios primarios porque varios, muchos, actores sociales faltaron a sus deberes.
Podemos rescatar cierta conciencia solidaria, más teórica que práctica. Nos importa, nos afecta, el sufrimiento en cualquier parte del mundo… lo lejano. Pero habría que preguntarse si eso no se corresponde más bien con un ejercicio hipócrita: preferimos ocuparnos del "prójimo lejano". "Prójimo" quiere decir "próximo", pero hay gente que quiere hacer grandes cosas en países remotos de los cuales no sabe nada (J. Marías), y nos olvidamos de lo cercano, de lo próximo. Si cada uno de nosotros (políticos, docentes, padres, ciudadanos en general) tratáramos de contribuir a la felicidad de algunas personas concretas, cercanas, daríamos un paso importante; y con sólo cumplir con nuestros deberes, ya lo estaríamos logrando.
Desde los comienzos, problematizar lo naturalizado, interpelar lo sabido, lo dado, es tarea de la filosofía. En la actualidad, esta disciplina parece haber perdido la importancia que se le atribuía en siglos anteriores y quizás por ello, no la utilizamos para pensar sobre el actual desprecio hacia la persona. Afirma el filósofo Sergio Sinay en Elogio de la responsabilidad, que las sociedades no nacen de repollos ni son improntas de un instante, se forjan en el tiempo con la responsabilidad asumida o no de sus integrantes. La sociedad del futuro la forjan los padres, los funcionarios educativos, los adultos de hoy, los jueces, y el sentido de responsabilidad que les inculquemos a los chicos HOY.
Juan Carlos Ramirez.
Estoy en todo de acuerdo con usted, licen,sobre todo cuando dice" nos olvidamos de lo cercano, de lo próximo. Si cada uno de nosotros (políticos, docentes, padres, ciudadanos en general) tratáramos de contribuir a la felicidad de algunas personas concretas". Creo que ese es el centro de la cuestión. Una familia empieza por la pareja, cuando en ella, no se respetan, los compromisos contraídos, cuando es solo cuestión de "pasarla bien" y a otra cosa, cuando la institución del matrimonio perdió vigencia, cuando los hijos son un "accidente" que puedo decidir libremente si vivirá o no, cuando criamos hijos en "jardín de infantes" eterno porque aunque tengan mas de 25 años no los reconocemos como adultos y los dejamos topar con sus responsabilidades o nos escondemos en ellos para no asumir nuestras propias responsabilidades individuales y sociales, todo se convierte en deseo a satisfacer traducido en derechos sin limites, sin responsabilidad, en el sentido de dar respuesta por nuestros actos, en deber, como límite a ese deseo infantil ilimitado. Si los que ya pasamos los 50 no nos hemos asumido como responsables de poner límites a nuestros hijos para que sean adultos, de dar respuestas sinceras y contenedoras a nuestras parejas y no solo sean diversiones para pasar el rato, poco podemos pedirles a las generaciones que nos sucedan. Si yo como mujer de mas de 50 pretendo ser "amiga" de mi hija contándole mis intimidades, en qué limite confrontará ella para crecer. Si mi hija tuviera que tapar que estoy con otro hombre,cuando llega otro a buscarme,(y no crea que es un delirio porque es un ejemplo sacado de la realidad) como puedo enseñarle lo que esta bien y lo que está mal. La generación post 50 somos los responsables absolutos y totales de que la sociedad actual no sepa que es cumplir con un deber. En este momento de la pandemia, las madres le hacen las tareas a sus hijos, se quejan de que es mucho, de que no la entienden. Por tanto, sus hijos jamas sabran que son "los deberes" escolares y de ahí en mas siempre reclamarán una "mami" que haga por ellos lo que no les gusta o que directamente avale que no lo hagan. Una vez, escuche en un escritorio de una dirección de una escuela secundaria " mi hijo tiene código, solo roba, no mata a nadie".
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