No es casual la relación entre tango y filete, comparten la misma necesidad, la de expresar la identidad porteña resultante de la interacción multicultural de nativos e inmigrantes. Además de sus orígenes humildes, comparten la marginación a la que los sometieron las élites culturales. El tango fue considerado vulgar hasta que triunfó en Europa y Estados Unidos; el filete padeció la indiferencia hasta comienzos de la década de 1970. Tango y filete configuran una hermandad artística que se nutre de la filosofía de los porteños, expresada literariamente en frases y leyendas pintadas en carros y camiones que en muchos casos, son extraídas de las letras de tangos; plásticamente, solían incluir el retrato pintado de Carlos Gardel, máximo exponente tanguero.
La escultora argentina Esther Barugel, y su marido Nicolás Rubio, pintor catalán estudioso de la arqueología, artesanías y pinturas populares americanas, comenzaron a investigar a fines de la década de 1960, sobre el arte de filetear camiones, colectivos y carros. En sus indagaciones comprueban la indiferencia de los artistas locales por el fileteado, ya que consideraban que debían inspirarse en lo foráneo, y ello fue el disparador para que el matrimonio comenzara en 1967 una investigación. Recogieron material fotográfico y testimonios en los ámbitos de los mercados, talleres, bares, etc., de lo concerniente al fileteado, arte netamente local pero totalmente ignorado, que publicaron en “Los maestros fileteadores de Buenos Aires”.
El matrimonio Rubio convenció en 1970, a un grupo de grandes fileteadores para que expusieran sus trabajos en la galería Wildenstein de Buenos Aires. En esta primera exposición de fileteados, el éxito de público y crítica les abrió las puertas del mundo del arte socialmente reconocido
El filete logró sobrevivir a los cambios, pasó de los vehículos de tracción a sangre a los camiones y colectivos; cuando cayó en desuso en los medios de transportes, se adapto a los nuevos medios y lugares: la arquitectura, decoración de bares, restaurantes, muebles, objetos de todo tipo, gráfica, cartelería, tapas de libros y discos, e incluso, guitarras.
Investigación de Luís Alberto Plaquín
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