La lectura de los periódicos nos marca claramente que nuestras políticas educativas son impotentes, pero ello no implica que debamos regresar a la escuela omnipotente pues estaríamos buscando soluciones falsas. No es disimulando las falencias como modificamos el presente, lo conseguimos si nos hacemos cargo de él asumiendo nuestros deberes ciudadanos.
Como papás, debemos hacernos cargo de nuestros hijos, asumirnos como adultos. En los noventa muchos renegaron de su edad biológica, por vía de la tecnología los más pudientes, por medio de dejarse crecer el pelo y usar colitas y aritos los menos favorecidos económicamente; en la actualidad aquella impostura se trasladó a considerarse “amigo de sus hijos” para no asumir su papel como papás, buscando quizás evitar nuevas frustraciones.
De esta manera, tenemos comunidades educativas donde los docentes tienen miedo de las represalias de los padres de sus alumnos, si no los aprueban. Adultos que se comportan como niños y que patotean junto a sus hijos a los educadores, quienes intentan brindar normas que los jefes de familia no pueden imponer. Chicos que concurren a clases con caros celulares que les compran sus papás, quienes alegan no tener dinero para sostener la cuota de la cooperadora escolar.
Probablemente si los adultos comenzamos a recomponer el tejido social destacando la solidaridad como herramienta, valorando y potenciando a nuestros educadores, integrándonos a las cooperadoras escolares o a las instituciones que trabajan para la comunidad, estaremos acertando el camino para ir en busca de nuevas utopías.
Los docentes, en tanto, deberíamos ser militantes de la educación, generar climas educativos, buscar reunirnos con quienes quieren capacitarnos y ser capacitados. Tenemos conciencia de lo errático y de incluso de la ausencia de políticas estatales, pero también tenemos el ejemplo de nuestros desprotegidos educadores. Los docentes no trasmiten saberes enciclopédicos como objeto de uso y de consumo, participan de la estructuración de la personalidad de sus alumnos, forman humanísticamente. El Maestro Fortunato Iglesias marcó desde nuestra región hacia toda Latinoamérica, que lo revolucionario es la Ética del Compromiso. Nuestros maestros, con su labor educativa cotidiana, nos señalan ese camino.
Jean P. Sartre sostenía que el ser humano está “condenado a ser libre”, por lo que sería saludable asumir la rebeldía de no aceptar el destino que nos prefijaron y dejar de ampararnos en las circunstancias disculpadoras de Ortega y Gasset. Presionemos a la dirigencia social para que se asuma como tal y provoque los cambios deseados. Superemos nuestro presente, construyamos un mejor futuro.
Por: Juan Carlos Ramírez
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