Si digo que me amarga tu amargura
¡basta con esto para mi conciencia?
¿basta con que me arrope de clemencia
o cubra tu indigencia de ternura?;
¿basta que clame por tu desventura
o me apiade, tal vez, de tu inocencia?;
¿o basta que en la calle y su inclemencia
de mi te aparte como la basura?
Y aunque bien sé, gorrión, que andás perdido
y estás quebrado como un Cristo herido,
yo te niego una vez, y tres y ciento
de veces, porque mi alma cristiana
nada te dió, ni un dedo de la mano,
sólo palabras que se llevó el viento.
Por:: José María Castiñeira de Dios.
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