Hoy la escuela pública sirve para contener situaciones de riesgo, no para enseñar contenidos académicos.
En primer lugar, la gran mayoría de los jóvenes son pobres pero no están en una situación de riesgo, ni están a un paso de la marginalidad ni son potenciales delincuentes como desde la derecha y el progresismo nos quieren hacer creer. La mayoría de los jóvenes son futuros trabajadores que no joden a nadie, que hacen esfuerzos para estudiar, que pretenden recibir conocimientos (conocimientos que nadie les va a dar) y, en general, con un talento enorme que el actual sistema no deja prosperar. Yo estoy en contra de aquellos que ven a un pobre, y más a un pobre joven, y piensan que es un delincuente que necesita una escuela para delincuentes.
Es cierto que el sistema actual produce exclusión social y también es cierto que hacen falta instituciones de contención, pero esas instituciones no son las escuelas. Para combatir las situaciones de riesgo de una familia hacen falta otras instituciones que son mucho más caras que la escuela, donde el joven pueda ser tratado, alojado y verdaderamente contenido e incluido, con pedagogos, asistentes sociales etc. En esas instituciones (antes se llamaban reformatorios) también deberían funcionar escuelas donde estos jóvenes puedan aprender contenidos académicos. Los reformatorios tienen el objetivo de incluir, las escuelas de enseñar.
Los actuales jóvenes que están en situación de riesgo necesitan mucho más que una escuela para estar contenidos. ¿Qué puede hacer un docente para enfrentar situaciones de riesgo cuando este tipo de problemas se combaten con políticas mucho más intervencionistas, personalizadas, asistencialistas y represivas? La actual escuela funciona como un reformatorio, pero como un reformatorio barato que tampoco cumple con la función de incluir, para eso hacen falta, ya lo dijimos, reformatorios caros y específicos. La marginalidad no se para haciendo afiches de “No a la violencia”. Por otra parte, tampoco estaría mal que el sistema económico dejara de producir excluidos sociales.
Una institución, en un periodo de crisis, puede cumplir un objetivo que no es el propio, sería el caso de una escuela alojando a inundados, mientras dure la inundación la escuela funcionaría como vivienda, lo que sería equivocado es convertir a las escuelas públicas en viviendas permanentes. La escuela actual no es una escuela que trata de contener a algunos sectores sociales en un periodo de emergencia sino que es la escuela adaptada al sistema capitalista de exclusión (y contención) social. El sistema social los margina y los contiene en la marginación. Es la escuela destinada a los pobres para que permanezcan en un estado de marginación. No está mal que en tiempos de crisis funcionen comedores en las escuelas, lo que está mal es que los chicos tengan que comer siempre en la escuela y no en sus casas. Así como los sectores populares merecen una alimentación digna; también merecen políticas educativas, no políticas socioeducativas.
Como dice Martín Caparrós “hoy a la escuela pública no va el que quiere, sino el que no tiene otro remedio”. Las clases medias han perdido el derecho a recibir enseñanza gratuita y no tienen otra alternativa que recurrir al sistema de gestión privada que, sin ser bueno, al menos no tiene el objetivo de contener. El año pasado uno de cada tres egresados de escuela secundaria se recibió en una escuela privada, lo que demuestra una lenta pero ya avanzada privatización de la educación. Muchos trabajadores que no se resignan a que sus hijos no reciban educación realizan grandes esfuerzos económicos para pagar la cuota que significa un colegio privado. El 80% de los docentes lo hace, no porque les sobre la plata sino porque conocen cómo funciona la educación pública. Ahora bien, la mayoría debe resignar el derecho a recibir educación y debe conformarse con la escuela reformatorio cuyos resultados conocemos. Nadie, especialmente los hijos de los que pregonan la escuela inclusiva, quiere estudiar allí.
Los jóvenes tienen problemas que exceden lo educativo, que sobrepasan la escuela. El problema de la juventud hay que abordarlo desde varias instituciones, cada una con su función específica. La escuela no es un comedor, ni un centro contra la drogadicción, ni un instituto para madres embarazadas, ni mucho menos un reformatorio para enfrentar “de manera progresista” la delincuencia. La escuela tiene una manera específica de incluir que es la de incluir a los jóvenes en el mundo del conocimiento, sino cumple esta tarea no es una escuela. Por otra parte, todos los jóvenes tienen el derecho recibir conocimientos hasta los niveles que, ellos o sus familias, crean necesarios. Por supuesto que hace falta contener a los jóvenes, que por otra parte ellos mismos excluyen, pero solo podrán ser incluidos en la medida en que se fortalezca todo un sistema de instituciones (comedores, centros de drogadicción etc.) destinadas a combatir los distintos problemas que puede sufrir un joven, el resto es sacarse el problema de encima, al menos, por las cuatro horas que dura el día de clase. En estos 15 años se ha demostrado que la escuela inclusiva no incluye a nadie en ningún lado y que ha excluido a por lo menos dos generaciones de hijos de trabajadores del mundo del conocimiento.
Desde mi punto de vista, lo que se debe discutir es el tipo de instituciones que necesitan los jóvenes para estar contenidos y dentro de esas instituciones cómo funciona la escuela pública. En esas discusiones habría que analizar desde los contenidos educativos hasta los casos en que se debe intervenir una familia cuando un menor está en situación de riesgo y qué tratamientos son más efectivos para el consumo de drogas duras etc. La cosa no pasa como pretende el gobierno por definir si la orientación es en sociales o en informática, sino en fortalecer (refortalecer) todas las instituciones estatales que constituían un derecho social y hoy están devastadas.
Por: Mariano Bringas
Nota: El autor es docente de la ESB Nº 20, Distrito Ezeiza.
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