El Bicentenario nos encuentra del mismo modo como nos encontró en su momento el Centenario. No importan las fechas, solo sirven para celebrar. Importan los hechos, fundamentalmente los que sirven para avanzar; esos son los que cambian la historia de manera saludable. Sé que peco de pesimista. Los acontecimientos pasados y los que me tocó presenciar desde mi posición de ciudadano independiente, sin afinidad partidaria, no ayudan a cambiar mis expectativas.
Una vuelta de timón es posible, pero es evidente que todavía no es el momento. Cada tanto aparece un gran hombre, lo que aún no aparece es un gran entorno para ese hombre. Cuando ello ocurra, tendremos posibilidades. Mientras tanto, sigamos celebrando a la espera del milagro.
Por Norberto Calul (Publicado en Clarín; 24/05/2009)
miércoles, 15 de julio de 2009
viernes, 10 de julio de 2009
El mal jugador
La razón de este artículo no es contar acerca del juego del “crucigrama”, sino de lo que pasó en una casa en donde un grupo de personas estaba jugando. Resulta que yo miraba cómo jugaban y en eso, una de las personas, muy enojada e insultando, se levanta, tira el tablero al piso y con el todas las fichas. Estas se desparraman por todos lados y la persona “enojada” y con severos movimientos de sus puños, grita que no tenía suerte, que no le llegaban fichas con letras valiosas, que ya estaba cansado que los demás tengan más puntos que él, que este juego es una porquería, etc. Otras de las personas que estaba sentada y que se asustó con esta reacción, trató de calmar a la persona “enojada”, diciéndole que todos allí conocen el reglamento de esta juego por igual, que estaban de acuerdo con él y por eso decidieron jugar juntos. Que la cuestión es pasarla bien, ser creativos con las letras que a cada uno le tocan y formar palabras. Que todos tenían las mismas posibilidades en un sistema totalmente igualitario, justo, etc. Pero igualmente el “enojado” siguió gritando, y les pidió a los restantes jugadores que se vayan de la casa, dado que era de él y no los quería ver más.
Como yo no estaba jugando, el “enojado” no me echó, pero me dijo a los gritos; “y vos que mirás con esa cara de estúpido”. Y siguió diciendo: “si no te gusta lo que ves, te podés ir vos también”. Tuve que irme dado que la expresión de mi cara y algunas palabras posteriores, revelaban mi parecer sobre la conducta de mi amigo el “enojado”, el que con un portazo fuertísimo, casi hace desaparecer mis talones que, con rapidez trataban de alejarse de esa maldita puerta pesada y ruidosa que se acercaba peligrosamente hacia mi. Me fui si, pero antes le grité a mi amigo: “mal jugador”
Resulta que cuando llego a mi casa sintiendo todavía el viento producido por la puerta de mí amigo el “enojado” y, ese dolorcito en mis talones producido por la misma puerta en esa parte tan sensible para Aquiles, prendo la T.V. para mirar un noticiero y me entero del golpe de estado en Honduras. No se la razón, pero se cruzaron en mi mente los golpistas Hondureños y mi amigo el “enojado”. Entonces me pregunté cuál era la razón de esa rara relación. Enseguida llegué a una respuesta con este razonamiento:
Los golpistas Hondureños son también malos jugadores, dado que en Honduras hay un reglamento que se llama Constitución y leyes. Con estos reglamentos se juega a un juego que se llama “República y democracia”. Al principio están todos de acuerdo y con felicidad se ponen a jugar. Pero en eso!!!!!,….. cuando uno o varios dentro lo reglamentario, no les gusta los resultados que denota el desarrollo del juego, patean o tiran el tablero, paran el juego, niegan o descalifican el reglamento y echan a los otros jugadores. En el caso de que los otros jugadores hayan hecho trampas (lo que si puede enojar mucho), el mismo reglamento instruye cómo sancionar a los infractores sin necesidad de tirar el tablero y acabar con el juego.
También pensé en algunas reacciones infantiles (berrinches, llantos, enojos, etc., debido a que se está perdiendo un juego), propias de la inmadurez evolutiva, totalmente comprensibles, previsibles y bienvenidas para aprovecharlas como momento educativo para el niño. Es entonces el momento de hacer ver al niño, sobre el valor de los reglamentos previamente consensuados, y de la necesidad del respeto por ellos.
De todas maneras violar los reglamentos acordados democráticamente es una defraudación muy grave, consistente en que antes del juego, todos estamos de acuerdo con el reglamento (incluso en muchos juegos, los mismos jugadores diseñan los reglamentos que luego alguno viola -igual que en el juego republicano y en el juego del golpe de estado - ). Pero algunos dicen: si estoy perdiendo dentro de la ley del juego, descalifico al mismo y a sus reglamentos, tiro o pateo el tablero con todo lo que está encima de él y hecho a los demás jugadores; no juego más y hago un juego a mi medida, con los que juegan como yo y no me contradicen. Pero con esta actitud, lo más seguro es que en el próximo juego, también existan problemas y se vuelva a repetir el descalificar y tirar el tablero de juego en una serie sin fin de vulneración a los acuerdos. Lo legal entonces, es vulnerar la ley..
Cuantas cosas pasaron por mi mente en ese momento. Cuantas vidas se perdieron en otros juegos democráticos versus totalitarios en nuestra America Latina. Cuantos reglamentos violados y cuanta gente echada a patadas de sus propias casas y países. Cuántos intereses ocultos eran las razones de la vulneración de los reglamentos previamente acordados y glorificados como símbolos nacionales. Cuánta mezquindad, falta de solidaridad, intolerancia y cinismo existía en el interior de algunos jugadores aparentemente respetuosos de las normas previamente acordadas con juramentos ante Dios.
Por: Tiempo de Juego (www.tiempodejuego.com.ar)
Como yo no estaba jugando, el “enojado” no me echó, pero me dijo a los gritos; “y vos que mirás con esa cara de estúpido”. Y siguió diciendo: “si no te gusta lo que ves, te podés ir vos también”. Tuve que irme dado que la expresión de mi cara y algunas palabras posteriores, revelaban mi parecer sobre la conducta de mi amigo el “enojado”, el que con un portazo fuertísimo, casi hace desaparecer mis talones que, con rapidez trataban de alejarse de esa maldita puerta pesada y ruidosa que se acercaba peligrosamente hacia mi. Me fui si, pero antes le grité a mi amigo: “mal jugador”
Resulta que cuando llego a mi casa sintiendo todavía el viento producido por la puerta de mí amigo el “enojado” y, ese dolorcito en mis talones producido por la misma puerta en esa parte tan sensible para Aquiles, prendo la T.V. para mirar un noticiero y me entero del golpe de estado en Honduras. No se la razón, pero se cruzaron en mi mente los golpistas Hondureños y mi amigo el “enojado”. Entonces me pregunté cuál era la razón de esa rara relación. Enseguida llegué a una respuesta con este razonamiento:
Los golpistas Hondureños son también malos jugadores, dado que en Honduras hay un reglamento que se llama Constitución y leyes. Con estos reglamentos se juega a un juego que se llama “República y democracia”. Al principio están todos de acuerdo y con felicidad se ponen a jugar. Pero en eso!!!!!,….. cuando uno o varios dentro lo reglamentario, no les gusta los resultados que denota el desarrollo del juego, patean o tiran el tablero, paran el juego, niegan o descalifican el reglamento y echan a los otros jugadores. En el caso de que los otros jugadores hayan hecho trampas (lo que si puede enojar mucho), el mismo reglamento instruye cómo sancionar a los infractores sin necesidad de tirar el tablero y acabar con el juego.
También pensé en algunas reacciones infantiles (berrinches, llantos, enojos, etc., debido a que se está perdiendo un juego), propias de la inmadurez evolutiva, totalmente comprensibles, previsibles y bienvenidas para aprovecharlas como momento educativo para el niño. Es entonces el momento de hacer ver al niño, sobre el valor de los reglamentos previamente consensuados, y de la necesidad del respeto por ellos.
De todas maneras violar los reglamentos acordados democráticamente es una defraudación muy grave, consistente en que antes del juego, todos estamos de acuerdo con el reglamento (incluso en muchos juegos, los mismos jugadores diseñan los reglamentos que luego alguno viola -igual que en el juego republicano y en el juego del golpe de estado - ). Pero algunos dicen: si estoy perdiendo dentro de la ley del juego, descalifico al mismo y a sus reglamentos, tiro o pateo el tablero con todo lo que está encima de él y hecho a los demás jugadores; no juego más y hago un juego a mi medida, con los que juegan como yo y no me contradicen. Pero con esta actitud, lo más seguro es que en el próximo juego, también existan problemas y se vuelva a repetir el descalificar y tirar el tablero de juego en una serie sin fin de vulneración a los acuerdos. Lo legal entonces, es vulnerar la ley..
Cuantas cosas pasaron por mi mente en ese momento. Cuantas vidas se perdieron en otros juegos democráticos versus totalitarios en nuestra America Latina. Cuantos reglamentos violados y cuanta gente echada a patadas de sus propias casas y países. Cuántos intereses ocultos eran las razones de la vulneración de los reglamentos previamente acordados y glorificados como símbolos nacionales. Cuánta mezquindad, falta de solidaridad, intolerancia y cinismo existía en el interior de algunos jugadores aparentemente respetuosos de las normas previamente acordadas con juramentos ante Dios.
Por: Tiempo de Juego (www.tiempodejuego.com.ar)