lunes, 19 de septiembre de 2016

Los preceptores

De acuerdo a las normativas, corresponde a los preceptores cumplir tareas que facilitan la organización escolar, el orden y la disciplina. Deben tomar asistencia y hacer cumplir las normas e incluso, en la práctica de las escuelas en que me he desempeñado en las últimas dos décadas, son el real poder detrás del poder legalmente constituido. Actualmente, los estudiantes responden más a las/os preceptores, que a los cuerpos directivos. Si bien el preceptor se convierte en ojos de la autoridad, su valioso aporte es en realidad, la de ser docentes de curriculum oculto y guardianes de los rituales ordenadores, imprescindibles para que la escuela funcione como tal.
Su diaria labor excede el cumplimiento de las prescripciones ya que desempeña tareas más sutiles y complejas, siendo habitualmente el primero que detecta situaciones problemáticas que aún no estallan, contiene, hace frente a todos los desafíos de manera diríamos, artesanal con cada alumno en particular. Facilita, orienta sobre cómo construir lazos, es decir: crea las condiciones necesarias para facilitar el ingreso y la permanencia de los alumnos dentro de las escuelas. Superan lo encomendado en otros tiempos, en donde imponían el orden a través de la vigilancia de la norma y el castigo.
Sostiene Dora Niedzwiecki, que se han convertido en actores que ordenan desplegando habilidades de coordinación de grupos, creando vínculos e incorporando pautas de convivencia. Conciben su tarea como nexo o bisagra institucional, y son portadores de información extra institucional y conocedores de la historia de vida de sus alumnos (Libonatti, 1997). Construyen lo que no viene dado (ni por la institución familiar, ni por la religión, ni por el conjunto social u otras representaciones o símbolos).
Cuando el vínculo docente-alumnos exhibe su debilitamiento, y los profesores no encuentran la forma, o no se deciden enfrentar su dificultad de construir relación con los estudiantes, aparecen los preceptores. Se los observa en escena trabajando en salvar esa distancia, en componer y sostener un lazo cercano con los chicos como condición de partida para el encuentro con la propuesta de enseñanza de las escuelas Son los que pueden componer aquello que ya no logran generar los docentes, ni los padres, ni referentes como la ley, o el temor al castigo.
El 19 de septiembre es el Día del Preceptor, y a todos ellos dedico esta nota, con mi más sincero agradecimiento por la titánica labor que desempeñan con magros sueldos, poco reconocimiento institucional e incluso, barrial. Parafraseando a Gustavo Cerati, digo: ¡Gracias, totales!.

Por: Juan Carlos Ramirez Leiva

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Desigualdades

Desde que el Neoliberalismo hizo su entrada triunfal en la historia, tras la simbólica caída del Muro de Berlín, las desigualdades sociales han ido en aumento de la mano de los políticos empleados por quiénes son los “dueños” del Libre Mercado.
Las épicas luchas sostenidas por nuestros despojados pueblos apoyando a lúcidos dirigentes de la talla de Lula, Chávez, Correa, Evo, y la dupla Néstor/Cristina, frenaron los primeros avances depredadores de quienes autodenominándose Capitalistas, destruían la base del sistema consumista: el poder adquisitivo de los pequeños burgueses y del proletariado. El éxito de la intervención política en la economía Argentina fue de tal magnitud, que se manifestó incluso en indicadores propios de la clase media: el aumento de los vuelos en avión. Sin embargo, algunos no soportaron que la distribución de riqueza alcanzara a las capas más desfavorecidas y se pegaron un tiro en… los pies.
El acceso al poder por vía democrática, de los grupos económicos que otrora llegaran solo a través de los ejércitos de ocupación nacional, legitimó los cambios estructurales que se están llevando a cabo. Los medios masivos de comunicación asociados hacen contínua apología de la desigualdad como base del crecimiento, con burdas manifestaciones como que eran falsas las ilusiones de prosperidad social, lo que el Premio Nobel de Economía Stiglitz llamó «subversión de la democracia».
Sostiene Stiglitz que la globalización tal como está siendo actualmente administrada no facilita el progreso ni de la eficacia, ni la justicia, sino que pone en peligro a la democracia. Las políticas monetarias se han centrado en reducir las tasas de inflación como única meta, escondiendo tras ese falso objetivo la concepción económica de que lo que es bueno para los responsables de las grandes empresas, debe ser aceptado mansamente por el resto de la población, que sufre sus decisiones.
No cabe duda que las desigualdades son causa de inestabilidad: la baja de los salarios en términos reales produce inmediatamente un descenso del nivel de vida, calidad de la salud, de la educación, de la vivienda. El deterioro general de las relaciones sociales provoca reacciones adversas ante la certeza de saber que si en el banquete de la vida uno se queda con hambre, es porque algunos pocos comen demasiado (como publica el vecino historiador Víctor García Costa). Será entonces válido que «para preservar la democracia, es necesario moderar la globalización», o más claro aún: se debe frenar el Neoliberalismo.

Por Juan Carlos Ramirez Leiva.